sábado, 1 de agosto de 2009

Einstein y la Cábala atómica

De personalidad excéntrica e impredecible, Albert Einstein es hoy una figura muy conocida. La fachada del científico despistado que tanto prodigó, coexistió con una vertiente esotérica cuidadosamente disimulada entre sus anécdotas y comentarios más populares. La Cábala, junto a otros escritos afines, podría haberle ayudardo a enunciar las teorías que le dieron más fama.

Einstein y la Cábala atómica:

¿Se inspiró el genio en la tradición judía para formular sus teorías?

Imagen IPB




“Dios no juega a los dados con el Universo”, opinaba Albert Einstein (1879-1955) en 1921, ante un conocido. “¿Vas a decirle a Dios lo que debe hacer?”, le respondió este, a quien algunos biógrafos identifican como el único interlocutor capaz de entenderle y cuyo nombre nunca se ha dado a conocer, aunque algunos aseguran que se trata del físico alemán Werner K. Heisenberg. Esta frase célebre, una de las más populares del amplio repertorio de este sabio, sirve ante todo para poner de manifiesto la confusión existente en torno a sus ideas. Con frecuencia suele olvidarse añadir que la cita está relacionada con los postulados de la física cuántica, una cuestión a la que concedía una validez nula... al menos en público. A lo largo de su vida, el tío Albert, como lo llamaban sus amigos íntimos, fue malinterpretado con frecuencia en el transcurso de su labor docente y científica, tendencia que todavía perdura. Muy en particular, en función de la fuente consultada sus creencias personales y religiosas son de lo más variado. Buena parte de la culpa recae sobre el propio personaje, quien se ocupó deliberadamente de generar esta confusión. La imagen oficial de Einstein oscila entre dos extremos no excluyentes, opinó Silvio Berga, profesor de Física de la Universidad de Bolonia (Italia), a propósito de un reportaje publicado en American Scientific: por un lado se le considera el padre de la física moderna; por otro, parece ser una especie de brujo que se valía de elucubraciones incomprensibles y que revolucionó la ciencia mediante una especie de toque mágico. La muestra más patente de esta bipolaridad se evidenció en 2005 con ocasión del centenario de la publicación de su Teoría General de la Relatividad –una versión restringida, en realidad–. A tal efecto, La Universidad Hebrea de Jerusalén divulgó los archivos epistolares del genio que obran en su poder, mostrando aspectos inéditos de una personalidad tan controvertida. Más de 3.000 cartas manuscritas sirvieron a los investigadores para conocer, por ejemplo, su pasión por el chocolate y sus aventuras extramatrimoniales. Al margen de las amantes que tuvo, los expertos en Einstein notaron que en el material documental existían lagunas. En concreto, faltaban numerosas referencias relacionadas con temas místicos y con la propia idiosincrasia judía. Los conservadores del archivo replicaron que aquella correspondencia apenas aportaba nada nuevo o trascendente, por lo que no constituía un objeto de interés. Si bien la referida postura apenas mereció en su momento la atención de los medios de comunicación, acabó por confirmar ciertas sospechas que venían de lejos: junto al científico de ideas racionales y lógicas coexistía la figura del ocultista capaz de recurrir a fuentes menos ortodoxas para establecer sus teorías, en otras palabras, de consultar los escritos de la Cábala y similares.


Imagen IPB
Célebre fórmula de Einstein



INFLUENCIA DE LA CÁBALA

La relación específica de Einstein con la Cábala se menciona por primera vez días antes de su fallecimiento. Abraham Pais, su último biógrafo, pasó con él aquellas jornadas conversando sobre asuntos de diversa trascendencia, empezando por sus años en el Centro de Estudios Avanzados de Princeton (Nueva York). Precisamente allí se dieron los primeros pasos teóricos que condujeron a la creación de la bomba atómica. Dado que ambos compartían raíces judías, el sabio se sinceró con Pais y le mostró su despacho privado. Junto a los consabidos tratados de ciencia, había un ejemplar del Libro de la Creación (Sepher ha Yetzirah), obra fundamental en los estudios cabalistas. Aunque el detalle sorprendió al biógrafo, prefirió pasarlo por alto ante las explicaciones de mayor fuste que le ofrecía el entrevistado. El apunte, reflejado también en un ensayo sobre Einstein escrito por el argentino Bernard Kliksberg en 1993, concordaba con los recuerdos de Walter Meyer, su asistente personal. Físico de profesión, y también judío, fue depositario de sus confesiones más personales durante dos décadas, entre ellas su interés por la Cábala. Tras la muerte de su mentor, Meyer restó importancia a aquellos comentarios y evitó que salieran a la luz pública. No menos cauta fue la intervención de Helen Dukas, la secretaria de Einstein. Nacida en Rumania y de origen judío, acompañó al físico desde Europa hasta su asentamiento definitivo en Estados Unidos, encargándose de manejar la correspondencia y el papeleo burocrático. Al margen de la relación sentimental que quizá mantuvieron –un aspecto que continúa discutiéndose hoy–, recayó sobre ella la propiedad del legado intelectual de su jefe. Acuciada por las necesidades económicas, Miss Dukas se animó a publicar una nueva versión de la vida del genio: Einstein, su lado humano (Princeton Press, 1979). Sin adentrarse demasiado en los teoremas matemáticos, introdujo pensamientos y comentarios que el propio interesado efectuaba acerca de la Cábala. Pese a ello, brillaba por su ausencia el nexo definitivo entre esta doctrina y los postulados que tanto renombre le dieron. A falta de pruebas concretas siempre queda, empero, la posibilidad de rastrear algunos deslices que permitan entrever sus raíces cabalistas. Así, en la epístola que dirigió en 1955 a la viuda del matemático Michele Besso, que había sido un íntimo amigo suyo, Einstein escribió: “La separación entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión”. Casualmente, la invocación para Ain, la sephiraz o esfera situada en lo más alto del Árbol de la Vida determina: “Todo el poder que fue o será está conmigo aquí y ahora”. Lo mismo sucede con la mecánica cuántica, teniendo en cuenta la imposibilidad por aquel entonces de determinar la evolución de las partículas subatómicas. “Creed si queréis que Dios juega a los dados; yo creo en el único valor de las leyes del Universo”, dictaminó Einstein en 1944. Según la Cábala, nada queda al azar en el ordenamiento del Cosmos, pues se sustenta sobre unos principios equilibrados y exactos.


Imagen IPB



¿CONFABULACIÓN DE SABIOS?

El científico alcanzó la notoriedad tras recibir el Premio Nobel de Física en 1921 por sus análisis del efecto fotoeléctrico. Al contrario de lo que se piensa, su Teoría General de la Relatividad quedó en un segundo plano, aunque las equivalencias entre masa y energía que estableció tuvieron numerosas aplicaciones. La más célebre, por su impacto, fue la bomba atómica que dio la victoria al bando aliado en la II Guerra Mundial. Pacifista convencido, Einstein colaboró en su puesta a punto solo a escala teórica, motivado por luchar contra el nazismo. Al finalizar la contienda se arrepintió de haber intervenido y abogó públicamente por la creación de un organismo internacional que controlara que la energía atómica fuera empleada solamente para fines civiles, un gesto que le granjeó la antipatía de los sectores conservadores y la desaprobación de John Edgar Hoover, el fundador y por entonces director del FBI. Einstein pasó los últimos años de su vida bajo la estrecha vigilancia de este organismo, que llegó al extremo de revisar casi a diario los folios que arrojaba a su papelera. El propio científico se mofaba de aquel espionaje y dejaba hacer a los agentes que le seguían. Las sospechas del FBI procedían de las relaciones que Einstein mantenía con personalidades non gratas para losestamentos gubernamentales. No en vano resultaba sorprendente que alguien que había crecido en el seno de una familia judía no practicante frecuentase los círculos sionistas desde una edad temprana. Cuando vivía en Berna (Suiza), asistió en 1897, con apenas 18 años, al primer congreso mundial de este movimiento, donde se codeó con Lenin, Trotski y Chaim Weitzmann, primer presidente del estado de Israel. Por si fuera poco, también se carteaba con científicos soviéticos e intercambiaba con ellos datos técnicos. Según Banesh Hoffmann, uno de sus colaboradores más cercanos, los estamentos burocráticos de EE.UU. temían a Einstein no ya por lo que podría descubrir, sino por lo que podría ocultarles. Hoffmann, físico y matemático de origen hebreo, le ayudaba con los cálculos y escuchaba en ocasiones ideas bastante incomprensibles: “Durante los años de la guerra me aseguraba que una simple mota de polvo era capaz de convertirse en un depósito de energía oculta”, relata en un libro editado en 1972. Precisamente, la Cábala sostiene que en todo cuanto nos rodea hay una energía ilimitada e indescriptible, la presencia de algo divino que escapa a nuestra comprensión. Tal vez Einstein quiso establecer una analogía entre el poder nuclear y ciertas fuerzas ignotas mientras escribía ecuaciones en la pizarra. O quizá pretendía transmitir un velado mensaje para la posteridad.


DATOS PERDIDOS

El halo de misterio que le rodeaba creció con su óbito, por el que la gran mayoría de sus biografías pasan de puntillas. Se sabe a través de determinadas fuentes que en sus estertores agónicos pronunció varias palabras en alemán, que fueron escuchadas por la enfermera que le cuidaba, Alberta Roszel. Con el difunto aún de
cuerpo presente, el FBI la retuvo durante unas horas, intentando averiguar sin éxito qué había murmurado. Al mismo tiempo, los allegados del sabio cumplían con un extraño encargo. Su yerno, Rudolf Kayser, extrajo de su biblioteca personal varios ejemplares de obras de contenido poco ortodoxo para un científico, como el citado
Libro de la Creación, junto con otras obras de contenido atípico de las que se ha sabido poco. El propio Kayser recordó parte de este episodio en un libro, sumándose así a la larga lista de autores que ofrecían su perspectiva sobre la figura de Einstein. Además, otra persona de confianza del físico borró las últimas fórmulas que había trazado en la pizarra de su despacho en los días inmediatamente anteriores a su muerte. Se perdieron para siempre. Muchos opinan que aportaban la solución definitiva a la obsesión de Einsten: la teoría del campo unificado. A grandes rasgos, consistía en un intento de aunar el electromagnetismo y la gravedad en un formato único, buscando una relación semejante a la evidenciada entre materia y energía. Nadie ha determinado cuál habría sido su utilidad práctica. Nadie... salvo el propio Einstein, quien dejó anotada una arcana premonición: “Cuando se abran las puertas del espacio se abrirán también las puertas del tiempo”. Ciertamente, una invitación para asistir a una revolución científica sin precedentes.


LA CURIOSIDAD

Albert Einstein mantuvo una amistad pasajera con Charles Chaplin. Esta circunstancia no se le pasó por alto al FBI, pues el cineasta, que también era de origen judío, fue expulsado de EE.UU. tras ser acusado de realizar actividades subversivas durante la “caza de brujas” del senador McCarthy. Pero antes de eso asistía a sesiones de espiritismo y a rituales de Cábala en compañía del tío Albert.


LA ECUACIÓN MÁS FAMOSA...y más polémica

Según el historiador italiano Umberto Bartocci, su compatriota e ingeniero Olinto De Pretto desarrolló la célebre fórmula E=mc 2 en 1903, pero no llegó a adentrarse en la Teoría General de la Relatividad. Difundió el hallazgo en la revista científica Atte ese mismo año, como publicó en noviembre de 1999 el rotativo británico The Guardian. Si Einstein se adueñó o no de la fórmula en beneficio propio es un misterio. Con todo, conviene recordar que tardó casi 15 años en presentarla públicamente y que otro científico, Hermann Minkowski, desarrolló LA ECUACIÓN MÁS FAMOSA...y más polémica.


LA CONEXIÓN TEOSÓFICA: La influencia de Blavatsky

A estas alturas, resulta inevitable ligar a Einstein con la fórmula E=mc2 . Los historiadores de la ciencia atribuyen su descubrimiento a profundas cavilaciones matemáticas, sin adentrarse demasiado en los textos que pudieron influenciarle; por ejemplo, La doctrina secreta de Helena P. Blavatsky, uno de los principales libros de cabecera del sabio, que le acompañó hasta los últimos momentos de su existencia. Así lo relató una de las sobrinas de Einstein, quien en 1960 donó esta obra a la biblioteca de la sede central de la Sociedad Teosófica, situada en la localidad india de Adyar. El libro estaba repleto de anotaciones, gráficos y garabatos ininteligibles y su estado de conservación dejaba bastante que desear. El episodio fue dado a conocer 15 años después a un periodista del Journal of San Diego, quien se animó a investigarlo. Sus pesquisas permitieron averiguar que la citada sobrina visitó esas instalaciones siguiendo las instrucciones del genio. Así lo confirmaron las personas que la atendieron, entre ellas Eunice Layton, un conferenciante que falleció al cabo de poco tiempo. Se cree que la obra de Blavatsky aún permanece escondida entre las estanterías de la biblioteca.


Imagen IPB
H. P Blavatsky




RABINOS A LA PALESTRA: Divergencia de opiniones

La conspiración de silencio alrededor de la afinidad de Einstein con el mundo cabalista sigue manteniéndose, aunque cargada de matices insólitos. La ortodoxia religiosa judía ni la confirma ni la niega, pero desanima a quien osa plantear la cuestión: “La Cábala no enseñará física cuántica a nadie –declaran enérgicamente sus representantes–. Si quieren aprender algo de eso, vayan al Instituto Max Planck.


Imagen IPB
Laibl Wolf





Imagen IPB
Michael Laitman





Imagen IPB
Nilton Bonder



Por paradójico que parezca, fuentes del citado organismo científico, ubicado cerca de Berlín, tildan la misma pregunta de irrelevante. Lo único que realmente interesa –aseguran– son los resultados obtenidos por el físico, no sus creencias personales. En cambio, los rabinos más liberales aprecian similitudes entre las ideas de Einstein y la Cábala: “Hay una conexión muy sutil entre sus teorías y la Cábala”, opina Nilton Bonder, también conocido como El rabino verde por las campañas que organiza en defensa del medio ambiente. “Él intuyó procesos en el Universo que concuerdan con la enseñanza cabalista”, añade. Igualmente receptivo se muestra desde Argentina el rabino Michael Laitman, doctorado en Cibernética y Física espacial: “La Cábala muestra que no hay una realidad perceptible fuera de nosotros; la teoría relativista juega con eso y con las limitaciones de nuestros sentidos” asevera. Más espiritual, el rabino y psiquiatra australiano Laibl Wolf asegura: “Cuerpo y mente están conectados para la Cábala de igual manera que materia y energía. Einstein lo sabía, y conocía también esta relación con el Universo”. Capítulo aparte merecen los estudiosos ajenos al misticismo hebreo pero que llegan a conclusiones similares, como el escritor estadounidense Tim Powers: “Empecé investigando algunos interrogantes en la vida de Einstein y acabé localizando pistas sobre la Cábala en todas sus teorías”, explica. ¿El resultado? Un cuento de ciencia-ficción titulado Three days to none en el que el sabio ejerce de mago cabalista y maneja una máquina del tiempo.


Imagen IPB

1 comentario:

  1. Muy bueno el artículo, pero también es bueno destacar que dentro de los libros encontrados a Einstein, hay uno en particular que muchos creen fue su inspiraciónn pra la teoría de la relatividad, el libro se llama: "EL BAHAGAVAD GITA" y allí se habla de relatividad, le aconsejo a todo el mundo que lo lea con una mente neutral libre de influencias religiosas.

    ResponderEliminar