martes, 6 de julio de 2010

El Secreto Egipcio del Temple


La Orden del Temple apareció en el siglo XII con el propósito de velar por la seguridad de los peregrinos que viajaban hasta Jerusalén. Pero, ¿por qué hubo viajes de Hugo de Champaña a Jerusalén previos a la aparición en escena de los templarios? ¿Y si fueron hasta el solar del viejo templo de Salomón en busca de algo muy concreto que procedía de Egipto?


El Secreto Egipcio del Temple


¿Qué buscaron los nueve caballeros bajo la mezquita de Al-Aksa?
FUENTE: Revista española ENIGMAS Nº 161.



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Sobre lodos de barro y sangre, los cristianos fundaron en 1099 el Reino Latino de Jerusalén. Godofredo de Bouillon fue nombrado rey, pero rehusó tal honor asegurando que no podía ceñir ' corona donde Jesús sólo llevó la de espinas. Poco después, su hermano Balduino le sustituyó en el cargo y no tuvo remilgos en aceptar ser rey echando mano del número ordinal primero. Sería monarca de una extensión que iba desde el Líbano hasta el Sinaí, duna arriba duna abajo. Luego se harían las divisiones de rigor: condado de Edesa, principado de Antioquía y condado de Trípoli. Pero eso era lo de menos; lo importante era Jerusalén y sustesoros. Y para custodiar el botín hacían falta lanzas y brazos que las sostuvieran. Y así, al poco, en 1110, aparece la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén para velar por los peregrinos y darles abrigo. Un par de años después aparece la Orden de los Caballeros Teutónicos. Y, como ya hemos visto, en 1118 "un oscuro caballero de Champaña", según dice el especialista Alain Demurger -Auge y caída de los templarios-, se presenta ante el rey, entonces Balduino II, para crear la que luego sería Orden del Temple. Mucho menos conocidos son los hechos que a continuación vamos a referir. La historia maldita del Temple guarda relación, en mi opinión, con la aparición de la Orden del Císter gracias al impulso de Roberto de Molesme y, en especial, por la determinación de su sucesor, Esteban Harding. De este último, de origen inglés, Mario Melvilla dijo que fue un hombre que supo "maridar el conocimiento de las letras con la devoción; era cortés de palabra, de rostro sonriente: su espíritu se regocijaba siempre en el Señor". Harding, que había estudiado en Escocia, París y Roma, era un hombre ilustrado, devoto de los textos antiguos y acometió la reforma de la liturgia en Citeaux convirtiendo la abadía en un centro cultural sin par. Entre sus proyec tos debemos recordar la redacción de la Biblia de Citeaux en cuyo proceso se emplearon textos de procedencia por resolver y que requirieron el apoyo logís-tico de los rabinos judíos. De entre los rabinos judíos del momento con los que Harding intercambió información -¿de qué? ¿Tal vez de algún manuscrito desconocido?- uno de ellos destacaba sobre todos los demás: Salomón Rachi (1040-1105), que era rabino -¡qué ualídad!- de la ciudad de Troyes, donde habn'a de tener lugar unos años después el Concilio de constitución formal del Temple.
Michel Lamy -La otra historia de los templarios- no se atreve a afirmar nada: "Es difícil saber si Harding conoció personalmente a Rachi habiendo muerto éste en Praga en 1105. En todo caso, es muy posible que sus yernos vinieran a trabajar en CTteaux al lado de los monjes para facilitar la traducción de documentos sagrados especialmente difíciles de interpretar".
¿Qué documentos sagrados eran esos? ¿Qué contenían? ¿De dónde llegaron? El caso es que algo se tradujo en CTteaux a comienzos del siglo XII. Y es posible que en esos textos estuviera el verdadero origen y objetivos de la futura Orden del Temple. Esos textos, según esta hipótesis, son el verdadero secreto egipcio de los templarios.
En efecto, a comienzos del siglo XII aventuramos las relaciones de Esteban Harding con rabinos judíos traduciendo algún texto de notable dificultad y gran importancia. Y he aquí que uno de los personajes centrales de la expedición arqueológica templaría, Hugo de Champaña, marcha para Tierra Santa por las mismas fechas. Charpentier le sitúa por aquellos pagos "en una fecha no conocida con precisión, pero que por lo general se fija entre los años 1104 y 1105". Afirma que de allí regresa en 1108, para añadir que, a su regreso, "entró en contacto con Esteban Harding, abad de CTteaux".
Algo se cocía en CTteaux y fue seguramente lo que hizo que Hugo de Champaña regresara otra vez a Tierra Santa en 1114, cuatro años antes de que por fin aparecieran en Jerusalén Hugo de Payns y los otros ocho adelantados. Y poco después de su regreso se decidió construir un nuevo lugar de operaciones en territorio de Champaña que gobernaba el mencionado Hugo. Ese enclave se edificicó en el corazón del
bosque Bar-sur-Aube, en el valle de la Absenta, el valle luminoso, Clara vallis; es decir, Claraval. Y para estar al frente del mismo se pensó en un joven monje que había llegado un par de años a CTteaux y que reunía tal vez las cualidades de acción de las que Esteban Harding carecía: Bernardo. Y, para que no quepa ninguna duda de hasta qué punto todos los personajes de la trama están vinculados, añadamos que uno de los nueve conjurados que fueron a Jerusalén, Andrés de Montbard, era tío de Bernardo de Claraval. Los nombres de los demás que viajaron junto a Hugo de Payns a Jerusalén eran: Godofredo de Saint-Omer, Payen de Montdidier, Archimbaldo de Saint-Amand, Gonde-mare, Godefreoy, Rosal y Bisol.

• El dios Thot

Pero vayamos a Egipto, y a uno de sus dioses más carismáticos: Thot. Su nombre puede ser traducido como "el que mide", y todos le hemos visto representado en imágenes con la forma de un hombre y la cabeza del pájaro ¡bis. Es el dios que concede los números y las letras. Inventa el alfabeto, la escritura, y está versado en cuanto tenga que ver con números y magias: astronomía, as-trología, construcciones de medidas nada caprichosas... Además, ejerce de funcionario anotando el resultado de la pesada del alma en el Juicio de Osiris.
Son muchas las cosas que se supone que hizo este dios, creador de las leyes del Universo y, por consiguiente, consumado conocedor del modo de saltar de un mundo a otro. Pero entre todas las que hizo, o que se dice que hizo, una nos seduce sobre todas las demás: sus libros.
No parece descabellado pensar que quien fue el creador del alfabeto y de la escritura acabara escribiendo él mismo libros. Y eso dice la tradición. De hecho, el Corpus Hermeticum, o conjunto de libros presuntamente nacidos de la pluma de Thot o HermesTrismegisto, ha sido objeto de devoción durante siglos.
Robert Bauval, autor de obras como La Cámara secreta o Guardián del Génesis, sostiene que bajo la Esfinge se ocultaría algo clave para desvelar el secreto de la génesis del pueblo egipcio, además de ser el depósito del saber hermético deThot. Y el autor no duda en señalar que "tengo el presentimiento de que va a ser algo pequeño, un cofre sellado que contenga quizá reliquias atribuidas a Osiris y los Libros de Thot".


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• Palabra de Dios

Mucho tiempo después de que Thot escribiera las fórmulas mágicas de las que la tradición habla, otras tablas fueron escritas en tierras egipcias y otro cofre mágico las custodió.
En Éxodo (25,12-18) podemos leer: "El Señor dijo a Moisés: 'Sube a la montaña y estáte allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito para instruirlos". El resto de la historia, ya se sabe: una nube cubre la montaña y permanece en ese estado por espacio de seis días -tal vez una nueva metáfora de la Creación-, y al séptimo el Señor parece pensar que ya es tiempo del dictado y llama a Moisés, el cual "penetró en la nube y subió a la montaña, en la que permaneció cuarenta días y cuarenta noches".
Según recuerda W. Wynn Westcott, en ese lugar Moisés aprendió los secretos de la Cabala. Libros como SeferYetziraz no serían, en su opinión, sino "el Conocimiento Secreto que Dios dio a Moisés para uso de los sacerdotes mismos, por distinción de la Ley Escrita, dirigida a las masas de gente".
Sea como fuere, Dios dicta o escribe directamente palabras que algunos creen de poder, y no faltan quienes prefieren verlas como fórmulas numéricas, puesto que a tales se puede llegar a través de una ardua reflexión cabalística.
Las primeras Tablas, no obstante, tuvieron efímera vida, puesto que Moisés las arrojó contra las rocas, encolerizado, al descender de la montaña y comprobar que el pueblo estaba a la sombra del becerro de oro. Como consecuencia, otras Tablas fueron escritas: "El Señor dijo a Moisés: 'Prepárate dos tablas de piedra como las primeras que tú rompiste: voy a escribir en ellas las palabras de las otras" -Éxodo, 34,1-.
Hay que hacer notar que en el libro bíblico se insiste en la importancia del origen divino de las palabras: "Las Tablas eran obra del Señor, y la escritura, escritura del Señor grabada en las Tablas" -Éxodo, 32,16-.
¿Qué sucedería si la causa de la persecución que el faraón hizo al pueblo judío a lo largo del desierto tuviera que ver con el hecho de que Moisés había robado textos mágicos del diosThot, y luego la tradición judía los presentó como propios componiendo el episodio del Sinaí? ¿Adonde fueron a parar aquellas palabras divinas y el cofre que las contenía? ¿Para qué servían aquellas fórmulas de poder? ¿Realmente guardaban relación con las medidas mágicas y la disposición astrológicamente precisa con la que los antiguos egipcios construyeron templos y pirámides? ¿Acaso perdidos los secretos de Thot perdió el pueblo egipcio su capacidad para construir de nuevo asombrosas pirámides?

• La desaparición del Arca de la Alianza

En la Biblia podemos seguir su pista durante un largo período de tiempo hasta que, finalmente, parece evaporarse. Éxodo -12,40- nos informa de que los hebreos permanecieron en Egipto durante cuatrocientos treinta años, mientras que Números -33, 1-49- hace lo propio sobre el periplo hebreo por el desierto durante el espacio cabalístico de cuarenta años tras haber partido "de Rameses el día quince del primer mes". Tras la odisea, llegan a las puertas de la Tierra Prometida, las cuales se cierran ante las narices de Moisés, y ello a pesar de que era "con el que el Señor trataba cara a cara" -Deuteronomio, 34-.
El Arca está presente y juega un papel notable en el momento en que bajo el mando de Josué y tras la muerte de Moisés las aguas del río Jordán se separan para que pase el pueblo de Israel -Josué, 4,5-6-. Y la encontramos de nuevo como arma ofensiva formando delantera con los siete sacerdotes y sus siete trompetas para la toma de Jericó -Josué, 6,1-16-. Sabemos también que llega al santuario o enclave de poder de Guilgal.
Si seguimos con atención el relato descubrimos que se trata de un objeto cuyo uso y disfrute requería tacto y conocimiento de las instrucciones, de lo contrario se podía morir al intentar manipularla. Si los filisteos pudieran hablar, se mostrarían de acuerdo con nosotros, no en vano todo fueron desgracias para ellos cuando se hicieron con el Arca -1 Samuel, 5,6-7-. Incluso los hebreos podían morir sólo con tocarla si no eran personal autorizado, como le sucedió a Uza -2 Samuel, 6-.
El Arca sigue en Jerusalén en la época de las intrigas de Absalón contra el rey David, es decir, en los alrededores del año 1000 a. de C. Y cuando Salomón ocupa el trono de su padre y forja la idea del Templo, se nos anuncia su propósito de depositarla allí, algo que tiene lugar finalmente. También se nos dice claramente que "en el Arca no había más que las dos tablas de piedra que puso allí Moisés en el Horeb".
A partir de ese momento, la penumbra del santasantorum la cubre y lo hace por los siglos de los siglos. No se sabe con certeza qué fue de ella, aunque leyendas no faltan, como la que afirma que Salomón tuvo un hijo con la reina de Saba llamado Menelik. Este último robó el original, puesto que el rey construyó una réplica según esta versión, y la llevó a Etiopía.
Graham Hancock, en su obra Símbolo y señal, también se muestra partidario de esta solución al enigma. Se nos dice que salió el Arca de Jerusalén en tiempos de Manases -687-642 a. de C.- y fue a reposar primero a Isla Elefantina, de donde salió en dirección a Axum, en Etiopía. Allí estaría hoy, en concreto en Santa Mana de Sión, según ha confirmado J. 0. Kinnnaman, fundador del Museo Nacional de Etiopía, quien asegura haber visto el mítico mueble gracias al permiso de Haile Selassie, el cual se consideraba por otra parte descendiente de la reina de Saba.


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• El templo maldito

El Templo de Salomón fue destruido en el siglo VI a. de C. por las tropas del rey Nabuconodosor. Los judíos fueron deportados a Babilonia, pero tiempo después el rey Ciro decidió ser magnánimo y permitió su retorno y la posterior reconstrucción del mismo. Sin embargo, no se vuelve a mencionar el Arca. ¿No resulta raro que lo más sagrado del Templo no se cite en un momento de tanta alegría como su reconstrucción?
El templo reaparece durante el reinado de Antíoco IV Epífanes. Más tarde, pocos años antes del nacimiento de Jesús de Nazaret, Herodes edifica el suyo. Siempre en el mismo lugar; siempre sobre la misma roca de poder. ¿Dónde estaba el Arca?
Busquemos lo que nos dice Flavio Josefo en Las guerras de los judíos. Se refiere a Salomón como hijo de David y "primero que edificó el templo". Después, reseña detalles sobre el que construyó Herodes: "Estaba sobre un collado muy fuerte; al principio, apenas bastaba para el templo, ni para la plaza, el llano que había en lo más alto del collado (...); pero como el rey Salomón, que había edificado el templo, hubiese cercado la parte de hacia Oriente del muro, edificó allí un claustro junto con
el collado". Tras nuevas descripciones sobre medidas y estancias del lugar sagrado, pasa el historiador a pormenorizar el incendio que asoló el edificio durante la guerra que el romano Tito dirigió personalmente en el año 70 de nuestra era. Josefo pretende salvar la imagen de Tito atribuyendo a un soldado romano el acto sin consentimiento de la autoridad, e incluso dice que Tito trató de impedir el incendio, pero sus órdenes no las escuchó la soldadesca debido al griterío reinante. Mas he aquí que se nos dice que Tito entra en el debír o sanctasantorum, el lugar donde fue a parar el Arca en el primer templo, y asegura Josefo que aún estaba intacto, pero nada se dice tampoco del esquivo cofre. Sí se hace mención encambio de otros baúles que contenían ropas sacerdotales y tesoros que fueron pasto de las llamas.

• Palabras mágicas, números de poder

Asegura Michel Lamy que hay una tradición rabínica mencionada por Rabbí Mannaseh ben Israel (1600-1657) que sostiene que Salomón había hecho construir un escondite bajo el Templo para ocultar el Arca. Por otra parte, tal vez el objeto se protegía solo, puesto que no todo el mundo podía tocarlo sin riesgo a quedar achicharrado, según los propios relatos bíblicos.
Ahora bien, lo curioso del asunto es que en la cara norte de la catedral de Chartres, en la portada llamada "De los Iniciados", hay dos columnas esculpidas. En una de ellas se muestra el traslado del Arca por una pareja de bueyes y se lee esta leyenda: Archa cederis. En la otra un hombre parece cubrir el arca
con un velo y también hay una leyenda: Hic amititur Archa cederis.
Entre los siglos XII y XIII, se comienzan a ordenar como convenía las piedras en las catedrales de Noyon (1140); Senlis y Laon (1153); París (1163); Poitiers (1166); Sens y Lisieux (1170); Soissons (1175); Bourges (1190); Chartres (1194); Rouen (1200); Reims (1211); Auxerre (1215); Le Mans (1217), y un largo etcétera más que ahorramos al lector.
Excede por completo las pretensiones de este artículo hablar de los secretos de estas construcciones, pero no puedo dejar de mencionar unas palabras de Christian Jacq: "(la catedral) recibe la energía cósmica y la redistribuye, y gracias a ella la creación se hace perceptible sobre la tierra".
En efecto, la energía sube o baja usando como cable la espina dorsal del visitante. La ciudad celeste y la terrestre de las que hablara San Agustín aparecen en un mismo solar. Y, siguiendo el viejo uso, he aquí que ciertas catedrales francesas, como sucedía en Egipto con pirámides y templos, se alinean entre sí hasta acabar por dibujar en la tierra el diseño que lasestrellas de la constelación de Virgo tienen en el cielo. ¿Simple casualidad? Permítame el lector que lo dude. Esa conexión egipcia se advierte en la disposición iconográfica de la Virgen con el Niño -al modo de Isis con Horus en su regazo- y numerosos detalles que ahora resulta imposible mencionar.


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• El secreto egipcio

¿Qué ocurriría si fuera cierto que del Uno se produjo en un lejano momento la emanación de todo lo creado y Dios dejó en el camino señales para que supiéramos regresar, y además cifró las claves para propiciar ese retorno haciendo posible una conversación directa con Él sin mediadores ni aduaneros con sotana? ¿Y si fuera cierto lo que dice Charpentier sobre las manoseadas Tablas de la Ley? ¿Eran, tal vez, una fórmula del Universo y fueron sacadas de Egipto, o copiadas? ¿No ocultóThot sus literaturas en un cofre? ¿No es un cofre donde acomoda Moisés las Tablas? ¿Son la misma cosa o las Tablas son copias de viejos conocimientos egipcios? Yo me inclino por esto último, y es posible que ese conocimiento se propagase en secretas estancias por los siglos de los siglos.
¿El secreto templario era el Arca de la Alianza? No creo que ésa fuera la meta templaría. Después de todo, ¿qué es lo importante, el contenido o el continente? ¿Qué preferiría encontrar el lector, el cofre que supuestamente abriga los textos de Thot o los propios escritos del dios? ¿Para qué se hizo el Arca sino para guardar en su seno las Tablas de la Ley? ¿No son las Tablas sino palabras dictadas directamente por Dios? Algunos autores han preferido creer que el Temple descubrió en Jerusalén algún documento relacionado con Jesús de Nazaret, con el Grial o incluso con la llamada Sábana Santa. Sin embargo, a mí no parece razonable que en su supuesta excavación arqueológica la expedición de Hugo de Payns diera con un manuscrito sobre Jesús o sobre algo vinculado con Él -ya sea el Grial entendido como copa o ya sea la Sábana Santa-. Después de todo, no era Jesús precisamente objeto de devoción por parte del consejo de administración del Templo.


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Me inclino por recordar las tradiciones egipcias que sostenían que determinadas palabras mágicas eran capaces de dar vida a templos y estatuas. Esa misma idea se trasladó después al mundo hebreo llegando a la conclusión de que Dios empleó 32 senderos para grabar lo que existe -el llamado Árbol de la Vida cabalístico comprende los 10 sefirots y los 22 senderos que unen entre sí a estos-. Y, como apuntaba el especialista en Cabala Kaplan,"grabar" no es "escribir" -emplear tinta-, sino extraer de la piedra o del barro lo sobrante para expresar el símbolo. Así pues, se alude a la piedra, lo que trae de nuevo a nuestra memoria las Tablas de Moisés o a las de Thot.
Dijimos también que Moisés aprendió a descifrar los dictados de Dios en los centros sacerdotales egipcios, los mismos que sabían interpretar los rasgos divinos de Thot, señor de la Palabra. ¿No parece más lógico pensar que en las entrañas del viejo solar del Templóse hubieran ocultado o grabado las mismas
Palabras de Dios? Graham Hancock
en The Sign and the Seal barrunta algo: "(...) mis investigaciones sobre las creencias y conducta de ese extraño grupo de monjes-soldados me ha persuadido de que tuvieron acceso a una sabiduría tradicional de muy remota antigüedad". ¡Ya lo creo! ¡Una sabiduría que te ponía a los pies del Creador si se tocaban las teclas del espíritu como es debido y se contaba con el recinto adecuado!


• La excavación


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La Cúpula de la Roca, en Jerusalén. tiene una serie de ingredientes a subrayar. Por un lado, es ésta una zona del mundo en la que es fácil que lo trascendente ocurra. Le sucedió en otros tiempos a Abraham. cuando Yavé evitó que sacrificase a su hijo Isaac. E incluso Mahoma se fue desde aquí al cielo a lomos de su muía.
Los cruzados habían secularizado AI-Aqsa y desde 1104 fue residencia real con Balduino I. Cuando en 1118 llega el señor de Payns con sus compañeros, allí está viéndolas venir Balduino II.
Guillermo de Tiro dice de los recién llegados que no tenían "ni iglesia ni domicilio seguro", y he aquí que se produce un hecho sin precedentes: un rey decide mudarse para dejar parte de sus locales a nueve desconocidos, que vienen a proteger a los peregrinos. El rey les instala "cerca del Templo del Señor": es decir, en la mezquita AI-Aqsa. puesto que allí se supone que otrora estuvo el Templo de Salomón. Pasa allí lo mismo que luego sucedió en Europa: llegan las donaciones sucesivas y los nueve recién llegados se acaban haciendo con toda la explanada del Monte Moría. A partir de ahí hacen obras, aparejan y demuelen, alzan silos y refectorios, ponen cerco al pedrusco sagrado y sin mediar palabra le adornan ... con un altar, recuperan para su uso los amplios subterráneos del viejo templo para sus caballerías... ¿Y qué más hacen? No lo sabemos.
El caso es que cuesta pensar que una cuadrilla de desconocidos sin avales, puesto que no hay orden formal ni Regla que les acredite, reciban tales favores de un rey sólo por anunciar que van a defender a los peregrinos. Por eso creemos que fueron enviados a localizar algo que citaban los manuscritos traducidos por el Cister con ayuda de los rabinos. Y Hugo de Payns. vasallo del conde Hugo de Champaña, fue años antes a Jerusalén por dos veces a cerciorarse de que lo que los manuscritos decían eran cierto.


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• Origen de una leyenda


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A la hora de buscar fuentes históricas siempre se suele mirar hacia los relatos de Guillermo de Tiro e de Jacques de Vitry. El primero de ellos nació en 1130 en Palestina, por tanto, ya habían tenido lugar los hechos que supusieron la aparición de los templarios, y este cronista, de quien se dice que fue canciller del reino de Jerusalén en 1174 y obispo de Tiro un año después, debió beber en otras fuentes anteriores o se inspiró en lo que se le refirió oralmente. Era rey Amalrico I (1163-1174) cuando escribió su obra Historia rerum in partibus trans-marinis gestarum. En ese volumen se lee: "En aquel mismo año de 1119. ciertos nobles caballeros, llenos de devoción de Dios, religiosos y temerosos de Él (...) hicieron profesión de querer vivir perpetuamente siguiendo la costumbre de las reglas de los canónigos, observando la castidad y la obediencia y rechazando toda propiedad. Los primeros y principales de entre ellos fueron dos hombres venerables. Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer".
Lo primero que tenemos que advertir es que este texto es posterior a los hechos. Tan sólo se podría tomar en serio un texto: la versión latina de la regla de la Orden, que se supone redactado entre 1120 y 1128. En el prólogo se dice que el Concilio de Troyes de 1128 se reunió "a petición del maestro Hugo de Payns. bajo la dirección del cual comenzó la dicha caballería por la gracia del Espíritu Santo".


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