lunes, 22 de noviembre de 2010

Lutero arde en la España imperial

A comienzos del reinado de Felipe II, en cuyos dominios no se pondría el Sol durante décadas, tuvo lugar un terribleauto de fe que se celebró en la ciudad de Valladolid, entonces capital del reino, en el que fueron ajusticiados, en medio de una escena de nefasto recuerdo, varios reos acusados de luteranismo, considerado entonces la mayor de las herejías por el orbe católico.

Lutero arde en la España imperial


panteón de herejes
FUENTE: Revista española ENIGMAS Nº 165 (visita www.AKASICO.com).




Imagen IPB


EI reinado de Felipe II, llamado por los protestantes "el Demonio Negro del Mediodía", no se caracterizó precisamente por ser el más prolífico en quema de herejes de la historia europea del siglo XVI; aquello fue fruto más bien de la Leyenda Negra impulsada por los países reformistas. Pero al comienzo del gobierno del austero monarca, en cuyos dominios no se ponía el Sol, sí que tuvo lugar un terrible auto de fe en la ciudad de Valladolid, entonces capital del inmenso reino español, donde fueron ejecutados, entre otros, algunos cabecillas de focos luteranos que para el puebloeran auténticos "enviados del averno".
Al regreso del Rey Prudente de Flandes, ya convertido en rey y muerto Carlos V en Yuste, se celebró en la plaza de la ciudad vallisoletana un terrible espectáculo que sena recordado durante siglos por las gentes castellanas, por su magnificencia, solemnidad y no escasa crueldad. Poco antes se habían celebrado en Sevilla otros dos autos de fe, el primero el 24 de septiembre de 1559, en la plaza de San Francisco de la capital hispalense, donde fueron quemados varios monjes y varias mujeres agarrotadas y después quemadas. El 22 de diciembre, en el mismo lugar, fueron quemadas varias personas en efigie. No obstante, la escena más terrible tendría lugar en el mentado auto de fe de Valladolid, que se celebró el 8 de octubre de 1559 en la plaza mayor. Serían relajados al brazo seglar-para poder ser ajusticiados-, entre otros, don Carlos de Seso, antiguo soldado de los Tercios españoles, nacido en Italia, fray Domingo de Rojas y Juan Sánchez -que eran los más sediciosos- y varias decenas de personas más. Además del estrado para las autoridades, se había levantado un tablado alto para los reos, en la acera de enfrente de la CasaConsistorial, que tenía gradas circulares para los penitentes y una tribuna para que escucharan su sentencia uno por uno; un tablado protegido por verjas y empalizadas que había sido vigilado desde la noche anterior por hombres armados a caballo, pues ya había gente esperando ansiosa el funesto ajusticiamiento. Las gentes llegaban a pagarentre 12 y 20 reales por cada puesto, como si asistieran a los corrales de comedias. La víspera, por la tarde, se había llevado en procesión la Cruz Verde, símbolo del Santo Oficio, velada por la noche por frailes dominicos.
Desde las cárceles inquisitoriales hasta la citada plaza se había construido un palenque cercado por tablas y empalizadas que protegían el camino que debía ser transitado por los reos. La ceremonia del horror comenzó a las seis de la mañana -era octubre y por tanto prácticamente de noche-, mientras tañían las campanas de la catedral y del resto de las iglesias de la ciudad anunciando el suceso.

Imagen IPB



El desfile de los penitenciados, cuya procesión iba encabezada por la Cofradía de la Pasión y custodiada por soldados a caballo, despertaba las iras de algunos, que increpaban a los detenidos, y el silencio de otros, sabedores del triste destino que les esperaba. Bajo el estandarte de la Inquisición, rojo carmesí con una cruz dorada en el medio, que enarbolaba el fiscal, los reos llevaban puestos los ropajes que marcaba el ritual: coroza y sambenito. Algunos iban amordazados para no "corromper" al pueblo con sus proclamas heréticas.

En el estrado, construido para la ocasión y situado en el ayuntamiento, pomposamente en
galanado, se situaba el todopoderoso Felipe II, nuevo rey de los españoles, la princesa doña Juana, su hermana, elinfante don Carlos y Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma.
Ya colocados los reos y los familiares del Santo Oficio, el obispo de Zamora, don Juan Manuel, subió al pulpito para ofrecer un sermón referente al acto y a continuación el Inquisidor General, Fernando de Valdés, se dirigió con solemnidad al monarca con estas palabras: "¡Domine, adjuva nos!" ("Señor, ayudadnos"). Felipe II se puso en pie y tomó la espada del conde de Oropesa, que se hallaba a su lado, y la extendió en señal de que estaba dispuesto a defender la fe contra los "enemigos" de Dios.



Imagen IPB
Felipe II sería llamado por los protestantes el "Demonio negro del Mediodía", pero lo cierto es que no fue más fanático ni cruel que cualquier otro principe de su tiempo.



Tras aquellos cuyas penas eran más severas, como Seso y Rojas, salieron al estrado, entre otros, Pedro Cazalla, cura de Pedresa, Juan Sánchez, muy violento, amordazado; y también cinco monjas "contagiadas", entre ellas la joven Catalina Reinóse, del convento de Belén -del que habían salido varios focos luteranos-, según algunos testigos, "tan fanática que interrumpía el coro gritando: ¡Dad voces a Baal, pidiendo que os remedie!". Ni qué decirtiene que en la clasificación demonológica, Baal es el principal rey del Infierno -equivalente a Belcebú-. La beata doña Juana Sánchez se suicidó en la cárcel con unas tijeras, tras negarse a recibir los Sacramentos, por lo que fue quemada en efigie. Las crónicas cuentan que el número de perso-

nas que asistieron al acto religioso alcanzaron un número de 200.000.
Una vez leídas las sentencias, aquellos condenados a muerte -que pasaban a ser responsabilidad de la jurisdicción civil- eran encaminados, de nuevo en procesión, hacia el quemadero o Campo Grande, un descampado a las afueras, donde señan ejecutados y a donde, según recogen los archivos, el Rey Prudente no asistió, contrariamente a lo que promovieron sus detractores, fundamentalmente historiadores protestantes, que lo presentaban disfrutando de la quema a la vez que degustaba algún que otro manjar desde su palco, impávido y orgulloso.
Carlos de Seso, que adoptó una actitud desafiante con sus verdugos y el pueblo, fue quemado vivo al no arrepentirse de sus delitos (aquellos que lo hacían eran primero agarrotados); también lo sena Juan Sánchez, pero las amarras de su argolla se rompieron cuando las llamas ya habían comenzado a devorar su carne. Al parecer, salió corriendo de hoguera en hoguera dando alaridos como un loco. Algunos frailes acudieron a asistirle pero ya era tarde. El fuegohabía consumido su cuerpo.
En las afueras de Valladolid el ambiente se hallaba impregnado de olor a carne y ropa quemadas mientras el griterío de las gentes, eufóricas durante la ejecución, había dado paso al silencio. Ese silencio que siempre sucede a la muerte.


1 comentario:

  1. hola gente de chilecomate.cl les quisiera comentar una cosa con respecto a la primera imagen de este escrito en donde aparencen unos dominicos y unos libros quemandose. esa imagen no tiene nada que ver con lutero y ni si quiera mucho menos nada que ver con la inquisision, pues narra una historia incluso antes de que fuera aprobada la orden de predicadores (dominicos). esa es una imagen que narra un milagro acontecido por Santo Domingo de guzmàn cuando se enfrento a los herejes con respecto a cual era la doctrina verdadera. los herejes tuvieron una discusion con Domingo y la conclusion a la que llegaron era que la doctrina verdadera por mas que la echaran al fuego no se queraria. el libro de los herejes se quemó y el de Domingo quedo intacto, por eso, en la imagen se ve un libro volando encima del fuego, este es el libro de domingo que cuando lo iban a quemar, salio del fuego intacto.
    por eso esa imagen no tiene nada que ven con el tema que tratan. gracias por prestarme atencion en mi comentario.

    ResponderEliminar