sábado, 30 de julio de 2011

BRUJAS - Parte III: La Inquisición en España

BRUJAS: III Parte

La Inquisición en España
FUENTE: Por Oscar Herradón. Biblioteca Año/Cero.


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En España la situación fue muy diferente al resto de Europa. A pesar de que en la Península Ibérica se quemó a gran parte de los herejes del continente —judaizantes, protestantes, iluminados, etc.—, lo cierto es que fue el país en el que menos impacto tuvo la caza de brujas.
No obstante.en España la hechicería se hallaba presente en todas partes. Las supersticiones tenían profundas raíces que se mantendrían hasta bien entrado el siglo XIX y, en algunos casos —en aldeas y pueblos de la España profunda—, incluso hasta la . Esta influencia del pensamiento mágico y supersticioso era, sin duda, por la mezcla entre culturas y por la herencia de la gran variedad de pueblos que convivieron en la Península y contribuyeron con sus creencias particulares: el paganismo cristianizado de los romanos; las supersticiones de los visigodos; la herencia astrológica y de adivinación de los árabes o las tradiciones ocultistas del pueblo hebreo.
No es de extrañar, por tanto, que la astrología o la nigromancia fueran asignaturas formales en algunas universidades españolas. Y, aunque cueste creerlo, el hecho de que la brujomanía no cobrase en España la misma fuerza que en Alemania, Francia o Suiza, se debió a la independencia de la Inquisición española, conocida como el  Oficio, de los dictámenes emanados desde Roma. Era  de los privilegios alcanzados por los cristianísimos Reyes Católicos, que ejercían una gran influencia en la Santa Sede. Los inquisidores autóctonos trabajaban bajo la atenta mirada de la Suprema, el organismo más alto de la Inquisición española, que en el año 1568 llegó a reprender a un inquisidor por impuesto una multa a una persona que recitaba conjuros para curar enfermedades; algo que no hubiera pasado en la Alemania de Institoris y Sprenger, donde la creencia en la secta de las brujas llegó, como sabemos, a rozar la histeria.


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Y a pesar de que hasta principios del siglo XIX la Inquisición española siguió aferrada a la convicción de que la magia y la hechicería existían realmente, en países como Francia o Italia ya se quemaba a  por asistir supuestamente a aquelarres y orgías satánicas. El erudito Alfonso Tostado, a la sazón obispo de Ávila, decía en 1436 que el aquelarre no era sino una ilusión producida por las drogas.
La primera mujer acusada de brujería que ejecutó la Inquisición española fue Gracia la Valle.que murió quemada en Zaragoza en 1498. En 1526, los tribunales seculares celebraron procesos multitudinarios por brujería en Navarra, a los que la Suprema se enfrentó de una manera relativamente racionalista y escéptica en comparación con lo que sucedía fuera de nuestras fronteras. En 1530, la Suprema logró detener una persecución que se preparaba en esta misma comunidad y, a pesar de la oposición de amplios sectores, detuvo a sus propios inquisidores en Barcelona en 1537, en Navarra un año después y en Galicia en 1551 .Aunque en el resto del siglo varios tribunales episcopales, civiles y provinciales de la Inquisición intentaron adoptar los brutales métodos que sus colegas estaban llevando a cabo en Europa, la Suprema logró evitarlo alegando que la brujería no era sino un simple engaño. Hasta que estalló la histeria generalizada en Navarra en 1610. Nos referimos al más famoso proceso por brujería español: el de las tristemente célebres brujas de Zugarramurdi.
Pero antes de abordar dicho episodio clave en la historia de la brujería española, debemos recuperar para la a Martín Antoine Del Río (1551-1608), uno de los pocos españoles cuya obra ejerció una enorme influencia en toda Europa. Nuestro protagonista, un español nacido en Amberes y de origen converso —hijo de un noble castellano y de una acaudalada aragonesa—, fue un famoso jesuíta cuya enciclopédica obra sobre brujería, Disquisitiorum magicorum libri sex, alcanzó tal fama que durante más de un siglo poco tuvo que envidiar al mismísimo Malleus maleficarum.S'm embargo, la mayor parte de su trabajo no se adscribió precisamente al territorio español — únicamente impartió clases en Valladolid— sino a un amplio espacio geográfico europeo.


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Gran erudito, Del Río dominaba a la perfección las lenguas clásicas —incluido el hebreo— y hasta cinco lenguas modernas, lo que le permitió trabajar en muy diversos lugares, como Bruselas, Lieja, Lovaina, Salamanca. A los 19 años ya había publicado una edición de las obras de Séneca, anotada con cientos de citas cultas de su propia cosecha, y con tan sólo 24 fue nombrado vicecanciller y fiscal del Tribunal Supremo de Brabante, impartiendo más tarde clases por diversas ciudades europeas bajo el hábito de la Compañía de Jesús. Durante 26 años escribió quince obras. En 1599 publicó la
más relevante de todas ellas, el citado Disquisitiorum, que en 1747 había conocido ya 20 ediciones. Del Río dividió su obra en seis secciones, dedicadas a la magia natural y artificial, la alquimia, la magia demoníaca, los maleficios, profecías y adivinación; además de recomendaciones a los jueces junto a ejemplos prácticos para luchar contra la tan temida brujería.
Aunque escéptico sobre algunos temas —no creía, por ejemplo, en la licantropía— Martín Del Río siguió a rajatabla el marcado por el dogma oficial, y arremetía duramente contra los incrédulos,a los que tachaba no sólo de herejes sino también de brujos.
Por ejemplo, afirmaba: «Los jueces están obligados, so pena de pecado mortal, a condenar a muerte a las brujas que hayan confesado sus crímenes.Sobre aquel que se pronuncie contra la pena de muerte recaerán sospechas razonables de complicidad. Nadie debe interponerse en la labor de los jueces, pues es indicio de brujería defender a las brujas o afirmar que las historias de brujería que se dan por ciertas son meros engaños o ilusiones».
De poco le valió al eminente erudito su profundo conocimiento de las lenguas clásicas, el derecho y otras ramas del saber, pues arremetió contra personas inocentes con la misma dureza que otros jueces menos doctos que él, dando por válidas las mismas supercherías.Ofreció una visión unitaria del Sabbat y creía en los vuelos nocturnos y en los habituales tipos de maleficios atribuidos a las brujas. La siguiente descripción contenida en el Disquisitiorum magicarum libri sex viene a ser un claro de lo que decimos: «Según otras interpretaciones realizan un sucísimo sacrificio al ídolo Moloch.de modo cruel y malvado, al ofrecer al  y matar en su honor los propios hijos y los ajenos; o le dedican el propio semen al derramarlo, como aquel mago criminalísimo.Que tenía trato venéreo con una mujer dentro de un templo y lo mezclaba con el santo crisma según narra Jacquier al folio 58 del Azote de fascinadores». Leer para creer.


• PIERRE DE LANCRE Y EL LABOURD

A la vez que se desarrollaba en Zugarramurdi (Navarra) el proceso por brujería más relevante de la historia de España, Pierre de Lancre realizaba una feroz persecución en el País Vasco francés —en Labourd—.triste episodio sobre el que dejaría varios escritos.
Pierre de Rosteguy, señor de Lancre, nació en Burdeos en 1553 en el seno de una  acomodada.Tras estudiar con los jesuítas y doctorarse en derecho, ejerció como abogado en el Parlamento de Burdeos. De no ser por un acontecimiento puntual, probablemente su nombre no hubiera pasado a la historia de la mezquindad con letras mayúsculas.


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Dos nobles del país de Labourd, en el País Vasco francés, los señores D'Amou y D'Urtubie, hicieron un llamamiento al entonces rey Enrique IV de Francia y III de Navarra, primer monarca de la dinastía borbónica, para que mandara consejeros a la región con el fin de investigar la plaga de brujería que asolaba la misma. El rey accedió a su petición y envió a la zona a nuestro De Lancre y al  del Parlamento de Burdeos, el popular D'Espaignet, erudito conocedor de la filosofía hermética que pronto acabó abandonando la investigación. De este modo, De Lancre se vio libre para dar rienda suelta a sus más depravados vicios, provocando una tremenda represión.
Aquella zona, políticamente peligrosa, con idioma propio —el vascuence— y «extrañas formas de organización» preocupaba mucho a nuestro juez y, por extensión, a toda la Casa Real, a la Iglesia y demás poderes de la época, por lo que la brutal cruzada no fue únicamente religiosa, sino sobre todo política. Según De Lancre: «Los labortanos, malos agricultores y peores artesanos, no aman ni su patria ni a sus mujeres, ni a sus hijos, no son ni franceses ni españoles y esto da indiferencia a sus costumbres». Gran detractor del país y sus gentes, el juez de Burdeos llevó a cabo una caza sistemática en una región en la que, según el jurista, había más de tres mil personas marcadas por el crimen de la brujería.
Lancre dejó escritas sus experiencias en dos relevantes obras: Tableau de l'inconstan-cedes mauvais anges etdemons (Tratado de la inconstancia de los ángeles malos), publicada en París en 1612, y L'incrédulité et mesaeánce du sortilege plainement convaincue, que apareció en 1622. En ellas recogió la brutalidad de sus decisiones y sentencias y las mismas burdas afirmaciones que sus predecesores, lo que ya venía a ser una auténtica tradición. Creía firmemente en los vuelos nocturnos y en los archifamosos aquelarres, arremetió con dureza contra los escépticos del tema y utilizó el testimonio de niños como principal indicio para acusar a un sospechoso de brujería. Sus textos rozan en ocasiones el delirio.


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En el Tableau afirma que él mismo fue testigo de la presencia del demonio y sus fieles amantes las brujas. Recoge en la obra que, en una ocasión, cuando se encontraba en Saint Pe, en el castillo del señor D'Amou, también obseso perseguidor de las brujas y uno de los culpables de la ola de terror en la zona, el demonio entró en la residencia del noble acompañado de la bruja Sansinena,y estuvieron a punto de invadir el aposento del piadoso juez.aunque no lo consiguieron,sin duda debido a la profunda fe del magistrado.
Lo que más sorprende de su trabajo en Labourd es el profundo acoso al que sometió no sólo a las mujeres —su misoginia rozaba casi la patología—, sino también a los hombres. Y, aunque parezca extraño, también a los sacerdotes de la región. De Lancre acabó con la vida de varios de ellos y condenó a otros cinco que se libraron por los pelos cuando finalizó el plazo dado a la comisión, gracias a la intervención del obispo provocando un aluvión de acusaciones que desembocaron en una investigación del Santo Oficio.


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El pánico colectivo fue alentado por los sermones combativos de algunos clérigos de la zona,y las denuncias siguieron la misma tónica que los conocidos procesos europeos, entre ellos los que se celebraban paralelamente en el Labourt. Los testigos referían casos de vuelos nocturnos, aquelarres, encuentros con el demonio, ungüentos mágicos y pócimas para realizar todo tipo de maleficios y una larga lista de tópicos recogidos en los «martillos», que influyeron de forma nefasta en la percepción de la realidad de muchos religiosos de entonces. Una relación publicada en 1611 y realizada por el impresor Juan de Mongastón, varias veces editada con ingeniosas notas del ilustrado Leandro Fernández de Moratín, ha permitido que dispongamos de una detallada descripción de los hechos.
El proceso abierto por la Inquisición culminó en Logroño en el año 1610, donde se celebró un tristemente famoso y polémico Auto de Fe. En el enorme tablado construído para la ocasión, se encontraban 53 presos sobre los que recaían diferentes penas: 21 eran considerados penitenciados o condenados leves, sus penas eran menores; 21 reconciliados, aquellos que habían confesado sus culpas y habían encauzado de nuevo la senda del Señor, vestidos con los ropajes reglamentarios, que incluían la coroza (capirote) y el sambenito (túnica) amarillo aspado con una cruz roja. Junto a éstos, otras seis personas a las que abandonaron los hados fueron condenadas a ser quemadas en la hoguera, entre ellas la anciana María Zozaya, acusada de pertenecer a la archifamosa secta de las brujas. También se quemaron cinco culpables en efigie, curiosa práctica que consistía en someter a las llamas el maniquí, con sambenito y ataúd incluidos.de aquellos relajados que eran condenados in ausentia. Esto es, por haber huido o muerto antes de cumplir su pena. En algunos casos, el ataúd contenía los restos ya corruptos del condenado.


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La Comisión encargada de evaluar el caso fue integrada por el inquisidor Juan Valle Alvarado, el magistrado Alonso Becerra Holguín y Alonso de Salazar y Frías, quien descontento con las pesquisas,discrepó con la sentencia y pidió más pruebas que demos trasen la culpabilidad de los procesados. Años más tarde,en 1613, Salazar y Frías sería el primer español en desmentir todos los tópicos sobre la brujería, afirmando que no eran sino fruto de la imaginación y del pánico colectivo. Sus indagaciones posteriores en Santesteban y pueblos del norte de Navarra, situados en la cuenca del río Escurra y del valle de Baztán, demostraron que la mayoría de los testimonios eran falsos o habían sido adornados con grandes dosis de fantasía e imaginación, acentuadas por las terri bles torturas a las que se sometía a los inculpados.
Frías examinó a 1384 niños y niñas de seis a catorce años y a 290 personas más de todas las edades hasta los ochenta años. Concluyó que en el proceso realizado en Logroño se habían cometido muchas irregularidades,y dejó escritas dos memorias que sirvieron para cambiar la orientación del piadoso Tribunal español, no sin antes ganar se la enemistad de muchos de sus colegas.que le acusaron de hereje y traidor. Sus pala bras muestran por fin algo de sentido común entre tanto fanático: «Y así, regulando todo en la igualdad y rectitud conveniente, e tenido y tengo por muy mas que cierto que no a pasado real y corporalmente ninguno de todos los actos deducidos o testifi cados en este negocio».


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Las indagaciones de Salazar no están exentas de curiosas anécdotas. El magistrado consiguió, entre muchas otras cosas casi increíbles, que una mujer confesase que seguía teniendo los tres dedos del pie que había dicho que le quitó el diablo. Y a las jóvenes María de Aranzate y María de Tamborín y Xarra las convenció de la falsa creencía de que el diablo las sacaba del lecho por las noches. Para ello, fueron atadas con sus madres mientras dormían. El demonio, entonces, dejó de actuar en sus aposentos.
Todos estos ejemplos no vienen sino a demostrar de nuevo que la mayoría de las delaciones, denuncias y testimonios increíbles relacionados con la brujería no eran sino fruto de un pánico social acrecentado por el analfabetismo, los sermones apocalípticos y la profunda y nefasta huella que habían dejado en toda Europa los fatídicos «martillos de brujas».


• EL HUMANISMO DE PEDRO DE VALENCIA


Siguiendo una línea similar a la emprendida por Alonso de Salazar.el humanista Pedro de Valencia inició,casi simultáneamente, su particular batalla para desmentir muchos de los actor atribuidos a las oscuras artes de la brujería. Valencia escribió dos importantes discursos sobre la trascendencia del Auto de Logroño. En su Discurso acerca de los cuentos de las brujas y cosas tocantes a la magia, publicado en 1611, expuso sus revolucionarias opiniones, entre las que destaca la firme creencia de que todos los delitos relacionados con la brujería no se producían sino por medio de efectos naturales, que por supuesto no tenían nada que ver con las artimañas y la intervención del demonio, ni de otras oscuras fuerzas sobrenaturales. Añadió que los famosos vuelos nocturnos y aquelarres no eran sino fruto de la imaginación de las acusadas, que soñaban reunirse con el maligno tras la ingesta de drogas de diversa naturaleza. Afirmaba, no obstante, la realidad del pacto demoníaco, lo que desacreditaba enormemente su punto de vista.
Con sus recomendaciones de prudencia a las autoridades y, por extensión, al Santo Oficio, propició un cambio necesariojunto a Frías, en el desarrollo de los acontecimientos, en una época marcada por el miedo, la intolerancia y la irracionalidad. Sus colegas europeos tardaron bastantes años más en darse cuenta del tremendo error en que se hallaban. Muchas personas sufrieron actos indescriptibles por ello; muchas otras fueron asesinadas. Las más, torturadas con instrumentos que hoy llenos de polvo perviven en los museos y que ponen los pelos de punta al visitante.
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1 comentario:

  1. Lo leí todo.. está genial loc ^^

    Si quieres te envio una invitacion a tu correo para que te pases por el mio

    saludos :)

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