miércoles, 7 de marzo de 2012

En busca de los criptofelinos amazónicos



Era imposible disimular nuestra emoción cuando logramos desembalar aquella caja cuidadosamente enviada desde Peni por el investigador Pedro Hoctóng. Por fin, después de una larga década tras la pista de varios criptofelinos de la cuenca del Amazonas, contábamos con las pruebas físicas potenciales de su existencia real. A los valiosos testimonios y las detalladas descripciones de las poblaciones nativas se sumaba ahora el ansiado material óseo que nos podría sacar definitivamente de dudas y corroborar, de una vez por todas, si las historias que hemos escuchado y leído sobre los felinos arco iris, yaquaiii, vana puma, maipolina, pantera acuática o tigre dantero son algo más que mitos o erróneas representaciones de la fauna ya catalogada hasta la fecha. En nuestras manos teníamos las reproducciones
perfectas, detalladamente precisas para su escrupuloso análisis comparativo, de dos cráneos de felinos americanos que no han sido descritos por la ciencia. Con calma fotografiamos aquellas osamentas, las medimos y realizamos varios bocetos, basándonos para ello en los cráneos y en las descripciones existentes de ejemplares avistados supuestamente en su habitat amazónico.
Pocas veces se habían podido Vivir momentos como este en el campo de la criptozoología, lo que ya de por sí, y al margen de los resultados, nos convertía en afortunados. Como al lector le será fácil suponer, la emoción nos sobrepasaba por momentos. Decidimos parar y aprovechar para recapitular y para volver sobre nuestros pasos hasta el momento en el que nos cruzamos con esta apasionante historia. 


MISIONERO Y NATURALISTA EN LA FRONDOSIDAD DE PERÚ
Perú es un país privilegiado que está situado tras la cadena montañosa de los Andes, famosa por ser el origen del río más grande y caudaloso del mundo y por contar con enclaves tan carismáticos como Cuzco y Machu Picchu, que posee una en-comiable porción de selva amazónica. Más de un 10% del territorio peruano está integrado por selvas y ríos donde crecen árboles de 40 m, nadan peces blindados y vuelan aves multicolor. De toda esta maravilla verde Pedro Hocking se quedó inexorablemente prendado hace medio siglo. Peruano de nacimiento, aunque de padres estadounidenses, renunció al hogar paterno para quedarse en aquel edén de por vida, Pucallpa, desempeñando durante décadas labores de misionero jesuíta, que compatibiliza con las de aplicado naturalista adscrito al Museo de Historia Natural de Lima. Su pasión por el mundo natural, sus animales y, especialmente, sus aves le ha llevado a recorrer prácticamente toda la geografía peruana. Como los viejos aventureros, Hocking ha ido recabando importantísima información sobre la historia natural de un país tan solo estudiado por escasos especialistas extranjeros y un reducido grupo de investigadores locales. En gran medida, la jungla apenas tenía secretos para este trotamundos selvático, o al menos eso pensaba él hasta que comenzó a encontrarse de manera reiterada con las leyendas de extraños felinos. De cuando en cuando sus informantes de las poblaciones nativas le sorprendían dándole detalles sobre ciertos animales que no figuraban en las guías de identificación ni en los manuales de vida silvestre que acostumbra a llevar consigo. Curiosos relatos de felinos extrañamente moteados, algunos similares al tigre asiático, se entremezclaban con elementos casi legendarios que alimentaban su escepticismo.
Para cuando conocimos a Hocking este ya contaba con una amplia y pormenorizada lista de auténticos críptidos que habitaban el neotrópico peruano, primates arborícolas sin cola, búfalos selváticos, osos amazónicos o felinos rayados. Este inquieto erudito ha consultado a expertos e investigadores internacionales acerca de la verosimilitud de las criaturas descritas por los nativos. La escéptica respuesta inicial dejó paso a un sincero interés que estimula su trabajo. Durante años los testimonios, aunque apasionantes, no venían acompañados de pruebas físicas, que pertinazmente se resistían hasta mediados de la década de los noventa del siglo pasado. Fue entonces cuando finalmente Hocking empezó a recabar evidencias sólidas respecto a dos felinos presuntamente anómalos de los que ya había recopilado datos anteriormente tanto en la región del alto río Abujao, provincia de Ucayali, como en la localidad de Chu-churras, provincia de Pasco.


El TIGRE RAYADO Y EL "JAGUAR" IMPOSIBLE
Las primeras noticias sobre el elusivo tigre rayado fueron obtenidas por Hocking en junio de 1992 en las remotas selvas del Parque Nacional de Ya-nachaga, en el Perú central, concretamente en la provincia de Pasco. Llevaba a cabo una expedición para el Museo de Historia Natural de Lima cuando le contaron que uno de esos raros "tigres rayados" había sido abatido por un ranchero cerca de Puerto Bermúdez, al Este de su posición. Tanto la piel como los restos del felino, que rondaba las reses del lugar, habían desaparecido. Sin embargo, la suerte estaba del lado de Hocking. Meses más tarde recibiría la providencial llamada de un amigo informante que vivía en Oxapampa, localidad que sirve de entrada a Yanachaga. Al parecer, se había hecho con el cráneo de un raro felino rayado abatido en la región de Pozuzo, también en Pasco. La osamenta no estaba acompañada por la atigrada piel del animal, ya que había sido rápidamente vendida, y estaba perfectamente pulida, como si de algo especial se tratara. Su aspecto extemo era muy similar al cráneo de un jaguar o de un gran felino neotropical o de otra región del mundo, y no había duda de que pertenecía al grupo de las grandes panteras. Hacia octubre de 1993, mientras planificada el envío del cráneo del tigre a su contacto en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles, el paleontólogo y amigo Steve Conkling, la fortuna volvió a ponerse de su lado en su regreso a la región de Yanachaga. Hocking fue informado de que un cazador local contaba con el cráneo de un "jaguar anómalo" que había abatido en la periferia del parque. La descripción aportada por el cazador yanesha era la siguiente: "Era del tamaño de un jaguar, aunque mucho más mbusto. Estaba cubierto de un moteado uniforme de redondeados puntos negros sólidos, no en rosetas poligonales, como ocurre en el auténtico jaguar, siendo el color de fondo del pelaje de la criatura más bien marrón claro, no amarillento, como sucede en el bien conocido jaguar amazónico".
El desconcierto ante esta posible variación está más que justificado, puesto que aquella criatura, por su insólita coloración, parece más cercana al leopardo afroasiático que a sus parientes americanos. En 1995 la revista de la Sociedad Internacional de Criptozoología publicó las primeras fotos de los ya famosos cráneos. Su envío a la ciudad de Los Ángeles se frustró por las reticencias del Gobierno peruano. Para cuando los cráneos puedan salir de Peni, el receptor potencial de estos, Steve Conkling, ya no ejercerá de paleontólogo en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles, haciendo inviable la comparación de los mismos con la colección del museo completa. No obstante, las fotos de Hocking permiten aventurar algunas hipótesis. Aunque inicialmente todos admiten el enorme riesgo que supone especular sobre algo que no se puede tocar ni medir, más de un investigador se ha atrevido a pronunciarse al respecto, con hipótesis cuando menos sugerentes.


LOS EXPERTOS OPINAN
Los primeros en coger el toro por los cuernos fueron los especialistas en mamíferos Troy Best, de la Universidad de Aubum (EE.UU.), y Cherry Jones, del Museo de la Naturaleza de Denver (EE. UU.). Basándose en las fotografías publicadas por la Sociedad Internacional de Criptozoología, ambos investigadores concluyeron que "el cráneo de la izquierda (jaguar) corresponde con esa especie, y el de la derecha (tigre peruano) representa un felino mucho mayor". Además, no solo es mayor, sino que sus proporciones craneales son distintas: el jaguar tiene una simetría entre el ancho y el largo del cráneo de 1,59 puntos, mientras que la del tigre rayado es de 1,37. No obstante, los investigadores apuntan que "no estamos capacitados para responder si esta diferencia se halla dentro del rango de variación para la especie (jaguar)". Y añaden: "No contamos con una colección de cráneos de jaguar con la que comparar los huesos peruanos, por lo que no podemos añadir nada más, de momento". Barren Naish, doctor en Paleontología adscrito a la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) y criptozoólogo empedernido, fue el siguiente en saltar al ruedo. Para él, "el cráneo del felino rayado peruano no solo es mucho más grande y diferente en sus proporciones al del jaguar, sino que presenta un rostro más corto y ancho, un arco cigomático (hueso del pómulo) más grácil y probablemente una mandíbula menos profunda. Las fotos, no obstante, también muestran que el perfil frontal del felino ravado peruano es más bien convexo, algo que esperaríamos encontrar en la cabeza de un tigre". ¿Podríamos estar ante la extraviada osamenta del felino asiático por antonomasia? ¿Podría pertenecer a un ejemplar que se hubiese escapado de algún circo?
Sin embargo, el análisis de Naish no concluye ahí. El paleontólogo también observó algo más en las fotos de Hocking. Al parecer, los huesos nasales, los que conforman y dan base a la nariz, son muy cortos y no se prolongan más allá del borde anterior de la mandíbula superior, algo que sí se da en la arquitectura ósea de la testa del tigre asiático. Por lo tanto, "el felino ravado peruano no parece tener los largos nasales inconfundibles en el cráneo del tigre asiático, por lo que, siendo su cabeza también mucho más corta, creo que estamos ante algo del todo distinto", concluye. Por su parte, Sarah Hartwells, investigadora especializada en felinos híbridos y cruces genéticos, determinó que "el cráneo del tigre peruano, visto frontalmente, resulta ser muy estrecho, más que el de un jaguar, aunque los colmillos son del mismo tamaño que los de este último". "Opino que la osamenta del tigre peruano no se corresponde con nada que conozcamos, por lo que puede representar una nueva especie", asevera la investigadora. He aquí más o menos lo recopilado en cuanto al misterioso tigre de Hocking, pero ¿qué opinan los expertos respecto al raro felino moteado abatido en Pasco, territorio amazónico peruano? Resumiendo las opiniones de quienes analizaron las fotos, podemos afirmar que los colmillos de la criatura son enormes, casi del tipo dientes de sable, y que el cráneo resulta muy robusto, más pesado que el del jaguar y que el del tigre peruano. Algo bastante desconcertante, ya que el del leopardo, al que podría parecerse por su camuflaje de sólidas manchas negras, aún siendo macizo, resulta ser grácil, puesto que es más bien alargado.           

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