jueves, 5 de septiembre de 2013

Males de artistas

Males de artistas

Cómo influye la enfermedad en la cratividad

En la obra de algunos geniales pintores, músicos y escritores existen pistas sobre las enfermedades que marcaron sus vidas e, irremediablemente, su producción artística. Les invitamos a descubrirlas y a conocer su significado.
por María Lorente
Revista Más Allá de la Ciencia Nº 277.


¿Qué diferencia a los artistas del resto de personas? ¿De dónde nace el germen de su inspiración, de su peculiar visión del mundo? En Males de artistas. Enfermedad y creación, Omar López Mato intenta responder a estas preguntas y ofrece una solución un tanto atípica. En sus páginas señala que una de las claves necesarias para entender la producción artística de algunos pintores, músicos y escritores reside en el hecho de que padecieron alguna patología que les hacía ver (o no ver) el mundo desde un punto de vista simplemente diferente, debido a las secuelas que estas les ocasionaban."la enfermedad regula el ritmo de creación de los artistas y los motivos elegidos. Cada uno percibe el mundo con una óptica propia, y filtra esta verdad y la vuelca en su obra", suscribe López Mato. Lo que está claro es que la sensibilidad de estos artistas los hizo más receptivos a esa realidad y, a su vez, hizo que esa realidad fuera más sensible.

LA VISIÓN DEL ARTE
"El ojo tiene un sistema óptico, la cornea y el cristalino, encargados de enfocar las imágenes sobre la retina, a semejanza de las lentes de una cámara fotográfica, encargadas de formar una imagen nítida sobre la película". Con esta simple descripción López Mato explica el mecanismo que el ojo utiliza para captar la realidad que luego plasman los pintores en sus obras.
Pero a lo largo de la Historia muchos de ellos, algunos de gran renombre, han sufrido alguna disfunción ocular que ha quedado "retratada" en su legado artístico: "En el caso de los miopes (ojos más grandes) se enfoca por delante de la retina; en el de los hipermétropes (ojos más cortos), se enfoca por detrás. Y cuando la lente que enfoca no es perfectamente esférica, la imagen formada no es puntual, sino lineal. Esta falta de punto recibe el nombre de astigmatismo", señala López Mato.
Nuestro viaje por los problemas de visión de los artistas empieza con los impresionistas. Desde entonces se ha buscado un denominador común que uniera a estos virtuosos bajo una misma expresión estética -colores, formas, Dios, tiempo...-, pero para Ornar López se debe a la miopía. No en vano, Claude Monet, Paul Cézanne, Edgar Degas, Pablo Picasso, Henri Matisse, Henri de Toulousse-Lautrec y Auguste Rodin eran miopes. También lo fueron Jan van Eyck y su hermano Hubert, así como Joshua Reynolds, que fue uno de los primeros en advertir a sus discípulos que "no copien la Naturaleza, que expresen todo lo que el mundo les hace sentir". Tal vez este consejo se debiera a su limitación óptica... El retratista francés Maurice Quentin de la Tour se quejaba de que su pobre visión le obligaba a acercarse a los objetos una y otra vez para poder captar todos sus detalles. Y es que todos los impresionistas se negaban a utilizar anteojos y no escondían su odio hacia ellos: "Quítame esas cosas tan vulgares de delante", ordenaba Cézanne. Y Píerre-Auguste Renoir les declaraba la guerra diciendo: "Mi Dios, veo como Bouguereait". Pero la verdadera lucha contra la precisión académica en la pintura la emprendió el también miope Émile Zola: "Lo que tienen en común entre ellos (los impresionistas) es un parentesco de visión. Todos ellos ven la Naturales clara y alegre, sin la salsa de betún y de tierra de Siena de ¡os pintores románticos. Pintan al aire libre, revolución cuyas consecuencias serán inmensas".
Por su parte, Rodin luchaba contra su miopía para captar su entorno, tal y como expresa Paul Claudel, hermano de Camille, la discípulo y amante del artista: "Era muy miope, trabajaba con la nariz, una enorme trompa de jabalí pegada a la escultura, su barro y su modelo. Su escultura está más hecha con el tacto que con la vista. De ahí el aspecto rugoso y manoseado de su escultura". Y Claude Monet empezó a notar su problema de visión durante un viaje a Venecia en 1908. En el transcurso del mismo se dio cuenta de que los colores habían cambiado para él. En 1912 un médico diagnosticó su caso: cataratas. Los cristalinos, al volverse cada vez más opacos, toman un unte amarillento, que con el tiempo se toma marrón rojizo y actúa como un filtro para los colores. De esta forma, los cuadros del pintor francés cada vez eran más rojizos. Los problemas visuales cambiaron su obra, la hicieron menos figurativa gracias a sus tonalidades más audaces. Sorprendentemente, esta transformación influyó sobre el paso a otras corrientes artísticas, como el Postimpresionismo y el Fauvismo, y propició el comienzo de la pintura abstracta y el Expresionismo. Los problemas de visión de Edgar Degas se hicieron patentes cuando este solo tenía 36 años. Sus retratos sugieren que posiblemente padeció un problema en la retina. Y el impresionista Camille Pissarro padecía dacriocistitis aguda, una obstrucción del saco lagrimal que provoca que el ojo esté continuamente con lágrimas. Una de las recomendaciones que le hizo el médico que le trató fue que evitara estar al aire libre. Por este motivo, el pintor de paisajes se encerró en su casa e incrementó su trabajo en el taller. Ahora pintaba cuadros de lo que veía por las ventanas. A esta limitación se suma la de los pintores daltónicos, que tendían a reducir su paleta e imprimir en su obra un aire melacólico, con los rostros emergiendo de la oscuridad como fantasmas. Un ejemplo son Hohistler, Garriere, Grottger y Charies Meyron. Por su pane, Vincent van Gogh sufría xantopsia, una alteración de los colores, por lo que sus cuadros fueron tomando una tonalidad amarilla. El pintor y grabador noruego Edvard Munch tenía una hemorragia en el vitreo de su ojo izquierdo que le hacía ver manchas negras. Con el paso del tiempo estas se convirtieron en un anillo que el autor plasmó en multitud de sus cuadros en forma de pájaros. Y Mary Cassatt, una de las pocas mujeres que formaba parte del grupo impresionista, tuvo que abandonar la pintura por la pérdida de visión, producida por la diabetes. Otro ejemplo es el que reproducen los pintores renacentistas en sus retratados, ya que muchos de ellos tienen una mirada exotrópica, como demuestra el cuadro Mercurio instruyendo a Cupido frente a Venus, del pintor italiano U Coneggio, o los realizados por Giovanni Barbieri, conocido como II Guercino (El bizco). Durero también era bizco, tal y como se puede comprobar en sus autorretratos, y El Greco, además de alongar sus figuras, les hacía desviar los ojos.


MÚSICA SORDA... Y ANOMALÍAS "SONORAS"
Algunos músicos relevantes también sufrieron el envite de las enfermedades oculares, como Johann Sebastian Bach, que tenía cataratas y que fue operado por el mismo médico que Georg Friedrich Handel. Pero este tipo de patologías no fue el único que acechó la producción artística de renombrados músicos.
El más famoso aquejado de sordera fue el alemán Ludwig van Beethoven. Aunque no se sabe muy bien el origen de su pérdida de audición, lo que es un hecho probado es que exarcebó la tendencia depresiva del músico, que se vio abocado a un aislamiento obligado, algo que queda más que patente en su obra. Otros compositores, como Gabriel Fauré y Bedrich Smetana, también fueron hipoacúsicos, pese a que no se pueda encontrar en su producción un signo atribuible a su enfermedad.
Sin embargo, la sordera no fue tampoco el peor de los males que persiguió a algunos músicos, sino que los más oscuros sentimientos se apoderaron de algunos de ellos hasta llevarles a estados depresivos de cierta gravedad. Este es el caso de Robert Schumann, que plagó sus últimas obras con las obsesivas recurrencias de su, según algunos, esquizofrenia. Lo cierto es que, después de dos intentos de suicidio, terminó sus días en un hospicio para enfermos mentales. En otros casos, su carácter indomable e impulsivo fue catalogado como el síndrome de Tourette, padecido por el inigualable W. A. Mozart. Asimismo, otros presentaron anomalías físicas que les convirtieron en músicos "únicos". Tal vez el caso más conocido es el de Niccoló Paganini, que "padecía" aracnodactilia (dedos largos como patas de araña). Esto, en parte, explicaría su virtuosismo violinístico, y también el hecho de que su figura fuera envuelta en un halo tal de misterio, que se le llegó a relacionar con el mismo diablo. No en vano, se le negó durante años cristiana sepultura.


ESCRITORES Y POETAS
El legado de los escritores tampoco ha quedado exento de padecer las consecuencias de la enfermedad. "Parece curioso que desde el tiempo de los griegos, la imagen del poeta está ligada al de los ciegos que vagaban contando la saga de sus míticos dioses y héroes", relata Ornar López en su libro. Una idea no muy descabellada, si se tiene en cuenta que Hornero se quedó ciego al final de su vida, tal y como refleja su obra, donde aparecen numerosas descripciones que no podrían haber sido hechas por alguien que no hubiera conocido jamás las formas y los colores. John Millón es el otro gran poeta que terminó sus días ciego. Escribió algunas de las obras más importantes de la poesía inglesa: Paradise Lost, Paradise Regained y Samson Agoniste, esta última dictada cuando ya no podía ver. Uno de sus versos reza así: "Pérdida de la visión, de ti es lo que más me quejo".
Un destino parecido al que protagonizó el novelista e historiador William H. Prescott. De joven padeció fiebre reumática y sus secuelas oftalmológicas de uveítis y queratopatías, aunque no le dejaron ciego, limitaron su capacidad de trabajo. Asimismo, el novelista portugués Camilo Gástelo Branco, autor de títulos como Misterios de Lisboa, Amor de perdición y La caída del ángel, también padeció problemas de la vista. Y el dramaturgo español Benito Pérez Caldos tuvo que soportar la periódica pérdida de su agudeza visual durante los últimos años de su vida. Aunque la queratitis (inflamación crónica de la córnea) no dejó ciego al escritor Aldous Huxley, dificultó su tarea como escritor. Algo parecido a lo que experimentó James Joyce, debido a una uveítis crónica, que le ocasionó una serie de complicaciones que lo arrastraron a soportar dieciséis operaciones. Y las secuelas que sufrió Jean-Paul Sartre por su miopía le ocasionaron una gran dificultad para leer. Por su parte, Jorge Luis Borges padeció una marcada disminución visual a partir de 1955. Cuando fue nombrado director de la Biblioteca Nacional ya estaba ciego, al igual que sus dos antecesores, Paul Groussac y José Mármol, el primer poeta y novelista romántico, autor de la inolvidable Amalia.


ADICCIONES Y GENIOS "LOCOS"
Muchos poetas, pintores y compositores recurrieron a "trucos" para abrir sus mentes y sus sentidos a nuevas percepciones para enriquecer sus obras. "Dicen que Alejando Dumas escribía con tinta verde sobre la misma mesa tambaleante, vistiendo una ostentosa bata china; que Mozart recurría al rítmico golpeteo de las bolas de billar para encontrarlas melodías de sus obras. Friedrich Scltilleí: necesitaba el aroma de manzanas podridas para acceder a un estado de ensoñación, cuidándose de teñera mano, en el cajón de su escritorio, esta pútrida inspiración. Goethe decía que podía discernir cuando Schilkr escribía bajo ese aromático influjo", recoge López Mato en su libro.
Pero, en otras ocasiones, estas "ayudas" olían a alcohol y narcóticos. "Yo usé el alcohol como un medio para que mi mente concibiera visiones que el cerebro sobrio... no podía concebir", dijo Schumann antes de terminar en un asilo para enfermos mentales. Maurice Utrillo también pintó hermosas perspectivas de París bajo los efectos del vino, al igual que Stephen Koek Koek.
El opio llegó a los románticos poetas de finales del siglo XIX para estimular su capacidad creadora. Samuel Taylor Coleridge "comió la ambrosía y bebió la leche del Paraíso", así como John Keats y Thomas de Quincey, quien decía que tenía "sensaciones representativas más allá de los límites de cualquier experiencia humana" y afirmaba que "(el opio era) panacea para todos ¡os males de la humanidad". Asimismo, Charles Baudelaire y Teóphile Gautier también pertenecieron al club de hachichiens, como el escritor Aldous Huxley.
El pintor francés Héctor Beriloz probó el opio y el arquitecto italiano Giovanni Battista Pi-ranesi fue víctima de esta adicción, tal y como se vislumbra en sus grabados. Y es que, tal y como decía el poeta francés Paul Claudel, "el genio es como un espejo, de un lado recoge la luz, del otro, es oscuro y rugoso". Definición que también se ajusta al "estado de gracia" que experimentaron algunos artistas al realizar sus obras, al estar influenciados por alguna enfermedad metal, en desarrollo o declarada. Ya en su Problemata el filósofo Aristóteles sostenía que "aquellos que son eminentes en filosofía, política, poesía y artes tienen una tendencia a la melancolía". Colín Martindale. al examinar la vida de veintiún poetas ingleses y otros tantos franceses, señala que la mitad de cada grupo presenta una historia con psicopatología (colapso, nervioso, suicidio o alcoholismo). No es casualidad que una de las amantes de lord Byron lo definiera con los adjetivos de "loco, malo y peligroso de conocer". Esta locura encontraba su origen en el sufrimiento que le acarreaba su malformación física (tenía ambos pies torcidos), causada por las lesiones cerebrales que descubrió William Little en 1860.
Estos porcentajes son similares a los hallados en un grupo de sesenta compositores y quince artistas plásticos. Un ejemplo de estos últimos es el pintor Joan Miró, que tenía un temperamento depresivo y taciturno. Dijo de sí mismo: "Soy trágico". Este hastío también lo reflejaron en su creación Alberto Durero, Jacques Gheyn, Jusepe de Rivera, Munch y el pintor español Goya, que atravesó períodos depresivos, tal y como muestran sus obras, debido al aislamiento social que protagonizó por su sordera.
A este grupo se suman la escultora Camille Claudel, amante de Rodin, que también naufragó en el mar de su mente dolida por la ruptura con el conocido escultor, la emblemática I Vida Kalho y el conocido Henri Mane Raimound de Toulose-Lautrec. Este padecía una osteocondriodisplaisa, enfermedad genética que altera el proceso de reparación de los huesos. Hasta la fecha de su muerte, a los 37 años, surcó varias veces el mar de sus pensamientos oscuros, formado por las ingentes olas de alcohol que consumía. "Pinta, bebe y ama", solía repetirse.

Pero esta tendencia a la depresión se radicalizaba en algunos artistas hasta llegar a transformarse en patologías mentales más severas, como la que padeció el célebre orfebre Benvenutto Cellini, que era psicopático, y Miguel Ángel Merisi "Il Caravaggio", cuya obra muestra tintes psicópatas. Estos son solo algunos de los nombres que recoge el extenso estudio recopilado por Ornar López Mato en las páginas de Males de artista, donde la enfermedad pierde su nombre y se convierte en pura creación.   


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