viernes, 13 de septiembre de 2013

Muertes históricas

El periodista Alberto Granados, al frente de los programas radiofónicos de la
Cadena SER "Hoy por hoy Madrid" y "Ser Curiosos", autor de célebres ensayos como Leyendas Urbanos o ¿Es eso cierto?, ambos editados por Aguilar, acaba de publicar su último, divertido e irreverente trabajo: La Historia más Curiosa (Aguilar, 2010), del que ofrecemos un sugerente adelanto...
Algunas de estas muertes han sido significativas para lo que sucedería tiempo después; otras, en cambio, como la mayoría de los agraciados con un premio Darwin, han sido necesarias para mejorar la calidad de la especie humana, al
menos ésa es la filosofía de estos curiosos galardones...
Fuente: Revista ENIGMAS Nº 182



  Aplastado por un hipopótamo  

No es una buena manera de morir -si es que existe alguna- y aunque parezca poco creíble, así murió Narmer, el primer faraón del Antiguo Egipto, o al menos así lo atestiguó el escritor e historiador Julio Africano.
Este faraón reinó durante sesenta y dos años y murió al ser arrollado por un hipopótamo. También uno de estos animales fue el responsable de la muerte de su sucesor, Aha, el segundo faraón de la historia del Antiguo Egipto y al que se le atribuyen grandes mejoras y adelantos para su reino.También es el que estableció que se construyeran templos para los dioses egipcios. Según algunas narraciones de la época, el faraón murió como consecuencia de las heridas que le produjo un hipopótamo durante una caceria. Aha fue enterrado en Abidos, el primer complejo funerario de la historia de Egipto.


  Asesinado por discutir  

Seguro que si Arquímedes hubiera conocido el desenlace de su última discusión la habría evitado. Este matemático griego nacido en el puerto de Siracusa (Sicilia) es considerado como uno de los científicos más importantes de la Antigüedad clásica. Precisamente muchos de esos conocimientos los aplicó en fe fortificación de la ciudad de Siracusa para protegerla de la conquista romana durante la Segunda Guerra Púnica. Los ejércitos romanos, dirigidos por el general Marco Claudio Marcelo, realizaron una gran ofensiva para tomar el importante puerto italiano. Una numerosa flota se acercó hacia la ciudad fortificada, pero los barcos fueron repelidos por enormes piedras lanzadas por los defensores gracias a unas potentes catapultas inventadas por Arquímedes.
También los barcos se sintieron amenazados por la llamada "garra de Arquímedes", un curioso artilugio mecánico parecido a una grúa con un enorme gancho al final. Al dejar caer el pesado brazo sobre un barco enemigo lo desplazaba y movía hasta que conseguía hundirlo. Aunque no hay una constatación veraz, también se ha adjudicado a este gran matemático la utilización de grandes espejos para la defensa de sus fortificaciones. Al acercarse los barcos romanos giraban estas superficies pulidas en dirección al sol y así conseguían que la luz y el calor reflejados fueran tan intensos que los navios se incendiaran a distancia.
Los romanos tardaron tres años en tomar el histórico puerto. Curiosamente, la confianza que les dio sentirse inexpugnables fue lo que propició su derrota, acaecida durante la celebración de una fiesta dentro de la ciudad. Después de varias horas de baile y bebida los soldados de una de las tórrelas de vigilancia se descuidaron y fue por ese sector por el que los romanos pudieron acceder a la ciudad y hacerse con su control.
El día que cayó Siracusa Arquímedes estaba dibujando algunas figuras geométricas sobre la arena de la playa. Al parecer un soldado romano se plantó delante de él para llevarlo preso. El matemático, en lugar de asustarse, se puso a gritar enfurecido recriminando a su enemigo por haberle pisado las figuras dibujadas en la arena. El soldado indignado le ordenó que se callara y lo acompañara junto a sus superiores.
Arquímedes lo menospreció y se negó a abandonar aquel recinto hasta no haber dado con la solución al problema que había planteado. Herido en su orgullo, el oficial desenvainó la espada y lo atravesó varias veces con ella a pesar de que el general romano Marcelo había ordenado que se atrapara con vida al respetado científico. Fue el propio general el que ordenó honrar a su enemigo construyendo una tumba en la que se reflejó una esfera dentro de un cilindro, que simbolizaba el teorema favorito del matemático griego.




Muerto por indigestión de melones

Si Felipe II tuvo una muerte curiosa, qué decir de la de Maximiliano I. El emperador romano-germánico falleció en Wels el 12 de enero de 1519, al parecer... ¡por una indigestión de melones! Este monarca fue enterrado según cuentan las crónicas en el ataúd que el propio emperador había mandado construir años antes y que lo acompañaba en todo momento.




  Devorado por un cocodrilo  

Volvemos a Egipto para conocer una curiosa muerte: la de Jety I o Actoes, el primer faraón de la Dinastía IX. Este faraón es conocido por su crueldad. Según algunos historiadores de la época, su mandato fue tan terrible que provocó "el lamento de todo Egipto". Las crónicas también apuntan que Jety I padeció trastornos mentales que le llevaron finalmente a la locura. Finalmente morin'a al ser devorado por un cocodrilo.




  Muerto por calvo  

Aunque a Esquilo -dramaturgo griego muerto en Gela en el año 456 a.C.- el oráculo le vaticinó que moriría aplastado tras el derrumbamiento de una casa, tuvo una muerte mucho más increíble. Este personaje, predecesor de Sófocles y Eurípides, de gran importancia en su época, sería recordado por la historia como el creador de la tragedia griega. El dramaturgo, a pesar de haber participado en varias batallas contra los persas, como la de Maratón, la de Salamina y posiblemente la de Platea, tuvo una muerte bastante ridícula.
Al parecer, murió golpeado por una gran tortuga que un águila dejó caer desde el aire. La rapaz, intentando romper el caparazón de la tortuga para devorar la carne de su interior, debió de confundir la calva del sabio con una roca. El impacto fue tan fuerte que Esquilo cayó al suelo abatido por el golpe.




  El problema de ser "demasiado competente"  

Y es que muchos profesionales son tan responsables que son capaces de acabar con su vida antes que fracasar en una tarea encomendada. Esto le sucedió a Francois Vatel (Paris, 1631-Chantilly, 1671), uno de los cocineros más famosos de la historia y el creador de la crema Chantilly. Desde muy joven comenzó su carrera gastronómica y pasó por varias cocinas de grandes personajes de la Corte francesa, hasta que finalmente fue contratado por Luis II de Borbón Conde como responsable de la cocina del castillo de Chantilly.
Aunque Luis II había caído algo en desgracia en la Corte, intentó solucionarlo invitando a su palacio a cenar al rey Luis XIV de Francia y a toda su Corte. El príncipe de Conde organizó para agasajar al monarca una fiesta que duran'a tres días y tres noches con más de tres mil invitados. No escatimó en gastos con tal de ganarse los favores del Rey Sol, una gran responsabilidad para nuestro protagonista que en sólo quince días tuvo que trabajar de sol a sol.
El día del primer banquete los problemas se acumularon. El responsable de que todo saliera bien, Francois Vatel, estaba desquiciado y para colmo... ¡el pescado encargado no llegaba! El cocinero, desesperado, cogió una espada y se atravesó.




 Rey muerto por una pedrada 

Según cuentan algunas versiones, su cadáver fue encontrado por su ayudante cuando acudía a avisarle de que el pescado ya había llegado.
De este modo tan accidental murió el rey Enrique I de Castilla (Valladolid, 1204-Palencia, 1217). Este joven accedió al trono cuando apenas tenía 10 años, tras la muerte de su padre Alfonso VIII y la de sus seis hermanos mayores. Su corta edad propició que su madre Leonor de Plantagenet ocupara la regencia, algo que asumió durante muy poco tiempo, ya que el monarca falleció a los 13 años de una pedrada cuando jugaba con otros niños a la teja en el palacio episcopal de Falencia. El joven monarca fue enterrado en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos.




Atragantado con una tapa


Tennessee Williams, el gran dramaturgo americano (1911-1983), no sólo ha pasado a la historia por sus importantes obras como Un tranvía llamado deseo, La gata sobre el tejado de zinc caliente o La noche de la Iguana o por sus premios. A partir de este momento también lo conoceremos por su extraña muerte, acaecida cuando tenía 71 años. Tennessee fue encontrado muerto en una habitación de hotel tras atragantarse con el tapón de un bote de pastillas. Ésa es al menos la versión oficial, porque muchos de sus allegados aseguraron que el gran dramaturgo había sido asesinado. Lo cierto es que la policía, al encontrar en el dormitorio del hotel varios botes de medicamentos y alcohol, comenzó a manejar la hipótesis de que estaba bajo los efectos de estos excitantes. Los agentes explicaron que ésta pudo ser la razón por la que el escritor abriera torpemente el tapón de uno de los botes con la boca, lo que le produjo el posterior atragantamiento.




 Miedo a la mantequilla 

¿Puede el miedo a la mantequilla provocar la muerte de una persona? Al menos existen muchas referencias que aseguran que Gaspar Balaus, médico, orador y poeta, que vivió en el siglo XII, tuvo un final inducido por ese miedo.
Al parecer este médico sufría obsesionado con la certeza de que estaba hecho de mantequilla y por culpa de esta creencia evitaba acercarse a cualquier fuente de calor. Se le veía huir, por ejemplo, de una chimenea encendida o de los fogones de las cocinas. Se cuenta que un día mientras paseaba comenzó a notar mucho calor producido por el sol que lucía en toda su intensidad. Por miedo a derretirse, se lanzó de cabeza a un pozo. Al parecer no murió derretido, pero sí ahogado.




Y el truco no funcionó...

Y no es porque el mago al que nos referiremos a continuación no fuera profesional. Se trata de Joseph Burrus, un artista del escapismo que falleció en octubre de 1990 tras un terrible accidente mientras rodaban su propio enterramiento para un programa de televisión. El ilusionista americano pretendía enterrarse dentro de una caja de metacrilato que él mismo había construido. La intención era escaparse de la caja sepultada por tierra y cemento. Estaba tranquilo porque ya había conseguido otras veces salir de tan complicada situación. Una vez dentro de la caja sus ayudantes empezaron a sepultarlo con arena y cemento mientras las televisiones iban grabando todo. Cuando el cemento comenzó a tapar el cajón, alguien se dio cuenta de que el improvisado féretro se había resquebrajado por el excesivo peso. Aunque los operarios intentaron quitar el hormigón, nada se pudo hacer por salvar la vida de Burrus, que falleció asfixiado.




 Muerto de Risa 


Aunque parezca una invención, sí que es posible morir de risa y además tiene un curioso nombre: hilaridad fatal. El primer muerto de risa de la historia fue el filósofo griego Crisipo de Soli, que falleció alrededor del año 208 a.C. Este sabio murió de risa mientras veía a su burro intentando comerse una planta después de haberle dado de beber vino. Parece ser que Ío aguantó la divertida situación y i pulso se aceleró de tal añera que le provocó un colapso.




  Apaleado con su propia pierna  


Ésta es quizá una de las muertes más horribles que he reflejado en el capítulo. La sufrió Arthur Aston (1590-1649), un soldado profesional que durante la reconquista de Manda estuvo al servicio del rey Carlos I de Inglaterra. Como militar consiguió grandes logros e incluso fue nombrado gobernador de Oxford en 1643, aunque un terrible accidente -perdió una pierna tras caerse de un caballo- lo alejó del cargo. A pesar de este defecto físico pronto regresó al combate con el apoyo de una pierna de madera. Aston se puso a las   órdenes   del   conde de Ormonde y juntos resistieron un fuerte envite en el puerto de Drogheda (Irlanda), donde tuvo lugar uno de los episodios más sangrientos de la guerra de los Tres Reinos. El ejército en el que militaba perdió todas sus posiciones y aunque se rindieron ante las tropas de Oliver Cromwell, los soldados victoriosos no tuvieron piedad y masacraron a todos los defensores de Drogheda. Solamente quedaron unos cuantos hombres atrincherados en Millmount Fort y aunque negociaron una rendición, en la que pactaron un alto el fuego, fueron desarmados y asesinados impunemente por sus captores. Arthur Aston fue apresado por sus enemigos, que le arrancaron la pierna de madera pensando que escondía oro y monedas en su interior. Al comprobar que no guardaba nada, lo apalearon con ella hasta que acabaron con su vida.




  Muerto por empacho  


Tengo el presentimiento de que existe algún lector al que no le importaría morir así: ¡comiendo! El caso que tratamos es el de Adolfo Federico de Suecia (1710-1771), un monarca que no pasó a la historia precisamente por los logros conseguidos durante su mandato, dominado sobre todo por el poder que ejercía el Parlamento. Pero sí sena recordado por las comilonas que regalaba a su cuerpo. Una de ellas acabó con su vida el 12 de febrero de 1771. El menú de la cena ya de momento imponía respeto y estaba compuesto de varios platos entre los que se incluía: langosta acompañada de caviar, col, ciervo, arenques ahumados y todo regado con unas cuantas copas de champán. Lo más curioso es que al parecer lo que se lo llevó al otro barrio fue el postre, del que repitió... ¡en catorce ocasiones! Se trataba de semia, un postre típico sueco realizado a base de harina y relleno de crema y pasta de almendras, espolvoreado de canela y servido dentro de un tazón de leche caliente.




  Invadido... ¡Por los piojos!  

¿Se puede morir infectado de piojos? La medicina al menos dice que sí. El personaje que falleció de tan triste manera gobernó los designios de los españoles durante muchos años. Se trata del monarca español Felipe II. El Prudente, que es como se conocía también al rey, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527 y reinó no solamente en España sino también en Ñapóles, Sicilia, las Indias, Portugal e incluso Inglaterra gracias a su matrimonio con María I. Pero todos estos reinos no fueron suficientes para que tuviera una muerte algo más glamurosa como correspondería a su estatus. Felipe II falleció en el Monasterio de El Escorial después de soportar más de cincuenta días de agonía postrado en su lecho. El soberano sufría de dolores intensos tras unas fiebres tercianas y los médicos que lo rodeaban no eran capaces de hacer que mejorara. Era tal el estado de degradación que sufría que los galenos, en los últimos días de su vida, le prohibieron confesarse por miedo a que se ahogara al tragar la sagrada forma.
Felipe II, en cuyos dominios no se ponía el sol, falleció un 13 de septiembre de 1598 por una pitiriasis, una erupción cutánea provocada por una invasión masiva de piojos.




  Muerto por creerse un pájaro  

Franz Reichelt fue un conocido y prestigioso sastre austríaco. Su residencia y el taller donde trabajaba estaban en la bulliciosa ciudad de París. Reichelt compartía su afición por las telas con otra algo más curiosa: ¡la aeronáutica! Este sastre ideó, basándose en algunos diseños de Leonardo da Vinci, una especie de traje-para-caídas, algo parecido a una capa que según él le permitiría simular el vuelo de un murciélago. Probó su diseño con un muñeco que lanzó desde la Torre Eiffel y que finalmente se estampó contra el suelo.
Poco tiempo después, decidió probarlo él mismo. Las autoridades de la Torre Eiffel, desde donde pretendía lanzarse, le concedieron el permiso. El 4 de febrero de 1912 fue el día elegido para llevar a cabo la prueba. Subió a lo más alto de la torre cargado con su pesado equipo. Un gran número de curiosos y periodistas observaban desde abajo incrédulos y expectantes. Reichelt no se lo pensó mucho. Se situó en el borde de una de las barandillas y se lanzó al vacío. A pesar de abrir todo lo que pudo los brazos, se precipitó en picado y se estrelló violentamente contra el suelo ante la mirada estupefacta de decenas de personas que pudieron comprobar que efectivamente su diseño no funcionaba.




  Rasputín, a la cuarta va la vencida  

El místico ruso Rasputín llegó a ejercer tanta influencia sobre la familia del zar que no había nombramiento o destitución de cargos e incluso ministros que no hubieran sido aconsejados por él. Este hecho levantó grandes envidias entre la clase aristocrática, que tramó su asesinato. Rasputín fue invitado a palacio una noche de diciembre de 1916 por un grupo de nobles. Una vez allí lo agasajaron con vino y con dulces -que llevaban dosis de cianuro potásico capaces de acabar con la vida de cinco personas-. Las pastas no fueron   suficientes para acabar  con la vida del místico, por lo que el príncipe Yusupov le disparó. Convencido de que lo había matado, avisó al resto de invitados. Cuando llegaron, observaron que incomprensiblemente Rasputín hacía ademanes de estar vivo. Aterrorizados, dos cómplices más dispararon sobre el curandero, que seguía moviéndose como si estuviera inmunizado contra las balas. Decidieron envolverlo en una manta y tirarlo a un río helado, donde finalmente murió.





Muerte por desenfreno

Eso es lo que apunta la rumorología respecto a la defunción de Francois Félix Faure, sexto presidente de la Tercera República francesa, que al parecer fue encontrado muerto en el Palacio del Elíseo el 16 de febrero de 1899 mientras practicaba sexo con su amante, Marguerite Steinheil. Al parecer, el sobreesfuerzo le produjo una conmoción cerebral. El incidente fue utilizado por sus detractores, que hicieron circular el rumor de que había fallecido mientras Marguerite le realizaba una felación. También se apuntó que el mandatario había muerto mientras practicaba sexo con una prostituta que al descubrir al presidente sin conocimiento sufrió un terrible shock que obligó a los médicos a separarlos de forma trágica: seccionando quirúrgicamente el pene del presidente.



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