lunes, 2 de octubre de 2017

El coche maldito

FUE EL SANGRIENTO ESCENARIO DE UNO DE LOS MAGNICIDIOS QUE CAMBIÓ LA HISTORIA Y, DE UN MODO U OTRO, QUEDÓ “MARCADO” PARA SIEMPRE POR ELLO. EL COCHE EN EL QUE VIAJABA EL ARCHIDUQUE FRANCISCO FERNANDO, HEREDERO DEL TRONO AUSTROHÚNGARO, CUANDO FUE ASESINADO EL 28 DE JUNIO DE 1914, ACARREA UNA EXTENSA LISTA DE MUERTES INEXPLICABLES.
Texto: Gonzalo de Martorell


El 29 de junio de 1914 el heredero al trono del imperio austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo-Lorena, decidió visitar la ciudad bosnia de Sarajevo. Eran momentos complicados en la región y algunos de sus asesores advirtieron al aristócrata del riesgo que representaba el desplazamiento hasta una localidad que era un polvorín. Los nacionalistas serbios -que reclamaban la soberanía sobre el territorio- llevaban semanas llamando a la insurrección contra Viena y los servicios secretos imperiales habían desactivado media docena de atentados preparados con ocasión de la visita imperial. Pese a todo ello, Francisco Fernando decidió ignorar por completo los avisos de sus responsables de seguridad y continuar con el plan previsto.
En parte por orgullo -un miembro de la familia imperial no podía mostrar miedo- y en parte porque el archiduque le había prometido a su mujer ese viaje y no deseaba contrariarla.
El de Francisco Fernando y Sofía Chotek era -algo extraño en las dinastías europeas del momento- un matrimonio por amor; llevaban 14 años juntos y estaban esperando su cuarto hijo. La esposa del heredero imperial era plebeya y el rígido protocolo vienes no le permitía viajar junto a su marido en el mismo coche. Lejos de la capital, sin embargo, la norma se volvía más flexible y la visita a Sarajevo era una de las pocas ocasiones que tenía la pareja de saltarse las restricciones que encorsetaban su matrimonio.


AMOR Y MUERTE

El archiduque y su esposa se instalaron en la parte trasera del Graf&Stich, un exclusivo automóvil propiedad de un viejo amigo del heredero, el Conde Franz Von Harrach. El ambiente en Sarajevo era hostil y el recorrido de la comitiva se había filtrado días antes y la organización extremista serbia “Mano Negra” lo había intestado de terroristas.
El primer aviso fue una bomba lanzada a la comitiva que hirió a varios militares aunque no a los archiduques. Se decidió continuar con la visita, aunque cambiando el recorrido. Pero el chófer se equivocó de ruta y tuvo que parar a dar la vuelta. Justo en ese momento pasaba por ahí el joven pistolero anarquista Gavrilo Princip, que casi no se lo creía cuando se dio de bruces con el heredero, su esposa y el gobernador de la región, a un metro y medio del cañón de su pistola y sin guardaespaldas alrededor.
Sofía murió primero; la bala le entró por la cadera provocando una hemorragia interna masiva. El segundo proyectil seccionó la yugular a Francisco Fernando.
Enamorado hasta el final, sus últimas palabras fueron “Sofía, no te mueras... vive para nuestros hijos”.


EL ORIGEN DEL MISTERIO

El asesinato del archiduque y su esposa significó el estallido de la Primera Guerra Mundial... y el comienzo de la particular retahila de muertes y dolor asociada a su automóvil. El Graf&Stift era un coche carísimo y
además había sido el escenario de un magnicidio histórico, así que la lista de compradores que quería hacerse con el automóvil era muy extensa.
Su primer propietario fue el general Oskar Potiorek, precisamente el gobernador que viajaba junto a los archiduques en el automóvil y que resultó ileso en el atentado.
A las dos semanas de adquirirlo lo pusieron al mando de un cuerpo de ejército y parecía que la gloria llamaba a su puerta, pero fue humillantemente derrotado por las tropas serbias en las batallas de Cer y de Kolubara. Terminó sus días en un manicomio, obsesionado con lo que pasó en Sarajevo, hasta su suicidio en 1933.
Antes de su descenso a los infiernos, Potiorek le vendió el coche a uno de sus capitanes que, a la semana de comprarlo, al intentar evitar el atropello de dos peatones que se cruzaron en su camino, se estrelló contra un árbol y falleció en el acto.
El Graft & Stift no mostraba ningún daño visible.




SURGE LA LEYENDA DEL “COCHE MALDITO”

El automóvil llegó entonces a manos del gobernador de Yugoslavia, quien sufrió cuatro accidentes mientras lo conducía; en ellos perdió un brazo. Tampoco en esta ocasión el vehículo sufrió el menor rasguño.
Asustado ante la leyenda negra que comenzaba a rodear al automóvil, se lo traspasó a su médico personal, el Doctor Srikis, quien se burló de la supuesta mala fama del auto. Srikis murió seis meses después en un accidente al volcar con el vehículo... que tampoco esta vez sufrió daños visibles.
El fallecido Srikis debía algún dinero a su joyero e inversor Simón Mantharides, así que éste le compró el coche a buen precio a la familia del doctor. A los tres meses, sumido en una grave depresión, se voló la tapa de los sesos y su aterrorizada viuda se deshizo inmediatamente del Graft & Stift vendiéndoselo a un colega de su difunto marido. No fue una buena idea. Todos los pacientes a los que el médico acudía a visitar con su flamante coche sufrían complicaciones o fallecían... así que, de nuevo, el automóvil -que ya arrastraba sin reparos la reputación de “maldito”- cambió otra vez de dueño y acabó en el garaje de un exitoso piloto de nacionalidad suiza, que pretendía disputar carreras con él... y que se partió el cuello a los pocos días en una prueba en los Dolomitas. Por supuesto, tampoco en esta ocasión el coche sufrió el menor rasguño.
El coche fue adquirido entonces por un coleccionista serbio, que no tuvo ningún accidente conduciéndolo... simplemente porque dejó de funcionar sin motivo aparente. Como no había manera de moverlo de sitio, se reclamó la ayuda de un campesino para que lo arrastrara con su yunta de bueyes hasta el taller. En cuanto aparecieron los animales, el coche arrancó misteriosamente y atropelló a su dueño y al granjero, causándoles la muerte para después caer por un barranco donde -esta vez sí- el automóvil sufrió graves daños.

¿UNA MATRÍCULA PREMONITORIA?

La larga lista de accidentes no es la única curiosidad que rodea al precioso Graf&Stift. En el costado derecho de la carrocería del vehículo puede distinguirse claramente el agujero que produjo la bala que mató a la esposa del Archiduque. Ese impacto de bala nunca ha sido reparado; ninguno de sus propietarios se atrevió a hacerlo. Y otra circunstancia aún más extraña: su matrícula es "A 111 118" y fue justamente el 11 del 11 de 1918 la fecha en la que se firmó el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

El propio automóvil en el que estalló la guerra llevaba escrito en su matrícula cuándo terminaría. ¿Casualidad?.


DEMASIADAS
CASUALIDADES

Pero eso no significó el fin del Graf&Stift ni de su legado mortal.
El propietario de un negocio de vehículos de alquiler, Tiber Hirshfield, lo compró a buen precio y lo restauró con la intención de alquilarlo para eventos sociales, bodas, bailes y fiestas. Consciente de la mala reputación del coche y confiando en que así no sería reconocido como “el coche maldito”, lo repintó de un bonito color azul brillante. Todo parecía ir bien... hasta que en la primera boda en la que fue contratado para transportar a los invitados, el coche se descontroló misteriosamente y los cinco ocupantes murieron en el acto; Hirshfield, que hacía las veces de chófer, fue uno de ellos. Y una vez más lo realmente impactante fue que, cuando llegó la policía, observó que la carrocería apenas presentaba arañazos.
Tras este accidente, ocurrido en 1926, ya nadie quiso pujar por el Graf&Stift, que languideció en un garaje hasta que el gobierno austríaco decidió comprarlo -al fin y al cabo era un pedazo de historia del país- y, después de devolverle su color original, exponerlo en el Museo de Historia Militar de Viena.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio fue utilizado como centro de formación de pilotos y arsenal de la Luftwajfe y fue bombardeado en repetidas ocasiones por la aviación aliada. Las instalaciones quedaron, literalmente, arrasadas... pero en ninguna de las incursiones aéreas el coche sufrió daño alguno. Los muros se derrumbaban alrededor del Graf&Stich, pero el coche parecía protegido por una fuerza invisible que evitaba que los cascotes impactaran contra su carrocería. Aquello alimentó todavía más la leyenda negra de un vehículo que hoy en día sigue exhibiéndose en su emplazamiento original, en el reconstruido museo, pero en el que jamás ninguno de los trabajadores de la institución se ha atrevido a subir para sentarse al volante... ni siquiera para tomarse una foto.

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